CAPITULO 16: CASTIGO.Lana no se inmutó. De hecho, se rió y con un movimiento deliberado, giró sobre sus talones, dejando que Enzo tuviera una vista completa de su figura, el calor en los ojos de Enzo se intensificó. Lana, disfrutó del efecto que tenía sobre él, se inclinó un poco y le guiñó un ojo.—¿Querías una actuación, esposo? Bien, entonces prepárate.Sin esperar respuesta, empezó a moverse y aunque sabía que todo esto era un plan, una estrategia para hacerlo bajar la guardia, no pudo evitar disfrutarlo. Ver a Enzo tan hambriento, incapaz de controlar su deseo por ella, era una sensación nueva y embriagadora. Nunca antes había tenido tanto poder sobre alguien, y, aunque no lo admitiera en voz alta, le encantaba.Enzo, atado a la cama, luchaba por mantener el control. Nunca en sus años de vida habría imaginado que esta mujer, con su cara de ángel y un cuerpo diseñado para tentar, se atrevería a someterlo de esta manera. Pero la dejaría jugar, al menos por un rato. La satisfacción
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