Todos los capítulos de La Venganza de la Esposa Renacida. : Capítulo 31 - Capítulo 40
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Cap. 31: ¿Por qué me recuerda tanto a Renata?
—Sí, Chiara. Tiene cuatro años y dos meses —respondió él, su voz suavizándose al pronunciar el nombre—. Es una niña increíble.Renata forzó una sonrisa mientras asimilaba la información. Hizo un cálculo mental, si Dante ahora tenía cinco años cinco meses, era obvio que él y Beatrice habían concebido a su hija casi después de su supuesta muerte.«Así que era verdad, siempre la preferiste a ella» Por unos instantes lo miró con profundo resentimiento, pero luego sacudió su cabeza.—Debe ser encantadora —dijo, intentando parecer despreocupada.—Lo es —continuó Ángelo—. A veces pienso que tiene más carácter que yo… aunque mi esposa insiste en que soy yo quien le da mal ejemplo.Renata sintió que el aire le pesaba un poco más al escuchar la palabra esposa. Apretó los labios antes de responder, manteniendo su tono frío pero cortés.—Tenía entendido que usted era viudo. ¿Me equivoco?Ángelo se detuvo un instante antes de contestar, como si sus recuerdos se le cruzaran de golpe.—No se equivoc
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Cap. 32: La invitación.
Renata estaba a punto de subir al auto cuando una voz conocida la detuvo.—¡Señora Laurent! Espere, por favor.Se giró y vio a Vittoria Bellucci acercándose. A pesar de su edad, la mujer mantenía un porte impresionante: alta, delgada y siempre impecable, aunque su andar no era tan ágil. Renata observó cómo se aproximaba con pasos decididos, ajustándose mentalmente para lo que sabía que sería una conversación cargada de sutilezas.—Señora Bellucci —dijo Renata, inclinando levemente la cabeza, sin sonreír del todo.Vittoria se detuvo frente a ella, recuperando el aliento, pero sin perder su aire de elegancia.—Solo quería agradecerle por la cortesía de permitirme ingresar al club. Y también preguntarle si tuvo la oportunidad de hablar con mi hijo… ¿pudieron arreglar algo sobre los negocios?Renata mantuvo la calma, aunque todo en ella pedía alejarse lo más rápido posible de cualquier cosa relacionada con Ángelo. Pero entonces, la imagen de Dante apareció en su mente, como un recordatori
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Cap. 33: ¡Aún lo amas, por eso te duele!
Renata irrumpió en la suite del hotel como un torbellino, cerrando la puerta con tal fuerza que las paredes parecieron vibrar. Doménico, que estaba sentado en el sofá con un vaso de whisky en la mano, levantó la mirada al instante.—¿Qué demonios pasó ahora? —preguntó, dejando el vaso en la mesa y poniéndose de pie.Renata se giró hacia él, su rostro encendido por una mezcla de rabia y algo que no podía nombrar.—¡Se casó! —espetó, casi escupiendo las palabras—. ¡Se casó con Beatrice!, pero no solo eso, tiene una hija, y habla de esa niña con tanto orgullo y a Dante, mi niño, ni lo nombró.Doménico frunció el ceño, cruzando los brazos mientras la veía pasearse de un lado a otro, incapaz de quedarse quieta.—¿Y qué esperabas? —respondió con frialdad—. Han pasado cinco años, Renata.Renata se detuvo en seco, fulminándolo con la mirada.—¡No me digas eso como si no tuviera derecho a estar furiosa! —gritó, señalándolo con un dedo tembloroso—. ¡Un mes después de que yo “muriera”, Beatrice s
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Cap. 34: ¡Todos van a pagar!
Renata permaneció frente a la ventana durante largos minutos, su pecho aun subiendo y bajando por la intensidad de la discusión que tuvo con Doménico. Su reflejo en el vidrio le devolvía una imagen que no reconocía del todo: una mujer atrapada entre la rabia y el dolor, tratando desesperadamente de mantener el control.“Esto no puede ser por Ángelo. No puede ser por él”Con un movimiento brusco, se giró y caminó hacia un cajón en el mueble junto a la cama. Lo abrió con fuerza y sacó un pequeño cofre de madera oscura, cerrado con un broche dorado. Se sentó en el borde de la cama, abrió el cofre con manos firmes, y comenzó a sacar las fotografías que había guardado con tanto cuidado.El primero en aparecer fue Ángelo. La fotografía lo mostraba con su porte impecable, una sonrisa calculada que tanto había odiado y amado. Sus dedos se apretaron alrededor de la imagen, y comenzó a hablar en voz baja, como si sus palabras fueran un mantra que la anclara.—Ángelo Bellucci… pagarás caro. Por
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Cap. 35: ¿Qué pensará de mi?
El ansiado domingo finalmente llegó, pero Renata había pasado la noche en vela. Su mente no le había permitido descansar, reproduciendo una y otra vez el posible encuentro con Dante. Cada vez que cerraba los ojos, imaginaba su pequeño rostro, su sonrisa, su mirada.“¿Me recordará de alguna manera? ¿Sentirá algo al verme?”Cuando la primera luz del amanecer entró por la ventana, Renata se levantó, incapaz de seguir fingiendo que podía dormir. Después de prepararse, tomó aire y caminó hacia la habitación de Doménico. Habían estado distantes desde aquella discusión acalorada, pero en ese momento lo necesitaba más que nunca.Se detuvo frente a la puerta, tocando suavemente.—Doménico… ¿puedo pasar?Desde el otro lado, escuchó un resoplido cansado, pero la puerta se abrió de inmediato. Doménico estaba ahí, con el rostro ligeramente abatido, como si tampoco hubiera dormido bien.—¿Qué necesitas, Renata? —preguntó con tono neutral, aunque la preocupación seguía presente en sus ojos.Renata e
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Cap. 36: Es mio... mi niño.
Renata estaba en el área de juegos del evento, rodeada de niños que corrían y reían. Aunque intentaba mantener su atención en ellos, su mirada se desviaba constantemente hacia la entrada del parque. Vestida con un conjunto casual pero elegante, irradiaba una calidez que hacía que los niños se acercaran a ella con naturalidad. Sin embargo, su mente estaba lejos de los juegos y risas.“¿Y si no vienen?” pensó, mientras sus dedos jugueteaban nerviosos con la pulsera en su muñeca. “¿Y si se arrepintieron?”El tiempo parecía alargarse cruelmente, y su ansiedad crecía con cada minuto que pasaba. Pero entonces lo vio: un lujoso auto negro que se detuvo frente a la entrada del evento. Su corazón dio un vuelco.Un hombre uniformado bajó rápidamente del asiento del conductor y abrió la puerta trasera. Renata contuvo el aliento, sus ojos clavados en el auto.La primera en bajar fue Vittoria Bellucci, con su porte altivo y una expresión que gritaba superioridad. Sus ojos barrieron el lugar como s
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Cap. 37: Enfrentamiento con Beatrice.
Renata sintió que la sangre se le helaba al escuchar esa palabra: “mamá”. La ira comenzó a arder en su pecho mientras miraba cómo Beatrice le sonreía con dulzura exagerada.—Claro, cariño. Ve con tu hermana, pero no se ensucien, ¿de acuerdo?Dante soltó su mano y corrió con Chiara hacia los juegos, riendo. Renata apenas podía contenerse. Sentía que su rabia la consumía, y sin pensar, clavó la mirada en Ángelo con un odio tan intenso que él pareció notarlo, pues su ceño se frunció.“¿Cómo pudiste permitir esto?” gritó en su mente. “Ese es mi hijo, y ella no tiene ningún derecho a llamarse su madre”.Antes de que pudiera hacer algo impulsivo, Doménico apareció junto a ella. Había presenciado toda la escena desde una distancia prudente y conocía la lucha interna que ella estaba librando.—Renata… tranquila —susurró, poniéndose a su lado.Renata, dominada por una mezcla de celos, rabia y una necesidad de reafirmarse, tomó su mano y dio un paso adelante.—Permítanme presentarles a alguien
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Cap. 38: Esto se acabó.
Un torrente de emociones invadió a Renata. El calor de su cuerpecito, su aroma dulce, una mezcla de jabón infantil y flores, todo era abrumadoramente familiar, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Sentía cada latido de su corazón acelerado, cada leve movimiento, y una lágrima, imposible de contener, rodó silenciosamente por su mejilla.Esto no puede ser real.Renata bajó las manos temblorosas y, por fin, lo abrazó. Lo sostuvo con fuerza, cerrando los ojos mientras se perdía en la sensación de tener a su hijo entre sus brazos, algo que había soñado y anhelado durante cinco largos años. Su cuerpo pequeño encajaba perfectamente en el suyo, como si nunca debieran haber estado separados.—Dante… —susurró sin darse cuenta, su voz apenas un hilo roto por la emoción.El niño levantó la cabeza y la miró con sus ojos grandes y llenos de inocencia.—Gracias… —murmuró con timidez.Las palabras de Dante fueron un cuchillo que cortó el poco control que le quedaba. Renata apretó más el abrazo, su
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Cap. 39: ¿Qué será lo que quiere?
Renata estaba tumbada en la cama de su suite del hotel, el rostro enterrado en la almohada mientras los sollozos sacudían su cuerpo. No podía detenerse, no quería detenerse. Las lágrimas, contenidas durante tanto tiempo, ahora fluían como un río imparable.Doménico estaba sentado en el borde de la cama, observándola con preocupación. Sabía que debía darle espacio, pero verla en ese estado le desgarraba el corazón.—Lo vi… —murmuró Renata entre sollozos, levantando apenas la cabeza. Su voz temblaba, rota por la emoción—. Lo tuve a mi lado… me abrazó, Doménico.Doménico se inclinó ligeramente hacia ella, escuchándola con atención.—Fue tan… tan hermoso y doloroso al mismo tiempo. —Renata se llevó las manos al rostro, intentando secar las lágrimas sin éxito—. Sentí su calor, su olor… Es perfecto, Doménico. Es todo lo que he soñado durante estos años.—Renata… —empezó a decir Doménico, pero ella continuó, sin dejarlo intervenir.—Quise agarrarlo, Doménico. Quise tomarlo en mis brazos y lle
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Cap. 40: Un beso inesperado.
Dos horas después, Renata finalmente decidió bajar. Se arregló con calma, asegurándose de lucir impecable, y se dirigió al vestíbulo del hotel. Al llegar, encontró a Vittoria esperando en un sillón de cuero, con las piernas cruzadas y un aire de incomodidad que no lograba ocultar.—Señora Bellucci, discúlpeme por la espera. —Renata le dedicó una sonrisa medida—. Estaba en una videollamada importante de negocios.—No se preocupe —respondió Vittoria rápidamente, poniéndose de pie—. Entiendo que las personas como usted tienen agendas muy ocupadas.Renata hizo un gesto hacia la cafetería del hotel.—Acompáñeme, por favor. Hablemos en un lugar más cómodo.Ambas mujeres se sentaron en una mesa discreta, lejos de las miradas curiosas. Renata pidió un té, mientras Vittoria optó por un café, aunque apenas tocó la taza, sus manos inquietas la traicionaban.—¿Qué la trae por aquí, señora Bellucci? —preguntó Renata con tono cortés, entrelazando las manos sobre la mesa.Vittoria respiró hondo, su
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