Cap. 38: Esto se acabó.

Un torrente de emociones invadió a Renata. El calor de su cuerpecito, su aroma dulce, una mezcla de jabón infantil y flores, todo era abrumadoramente familiar, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Sentía cada latido de su corazón acelerado, cada leve movimiento, y una lágrima, imposible de contener, rodó silenciosamente por su mejilla.

Esto no puede ser real.

Renata bajó las manos temblorosas y, por fin, lo abrazó. Lo sostuvo con fuerza, cerrando los ojos mientras se perdía en la sensación de tener a su hijo entre sus brazos, algo que había soñado y anhelado durante cinco largos años. Su cuerpo pequeño encajaba perfectamente en el suyo, como si nunca debieran haber estado separados.

—Dante… —susurró sin darse cuenta, su voz apenas un hilo roto por la emoción.

El niño levantó la cabeza y la miró con sus ojos grandes y llenos de inocencia.

—Gracias… —murmuró con timidez.

Las palabras de Dante fueron un cuchillo que cortó el poco control que le quedaba. Renata apretó más el abrazo, su
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