El reloj en la pared marcaba las 6:15 p.m., y la suite del hotel era un torbellino de actividad. Ropa cuidadosamente seleccionada estaba esparcida por las camas, zapatos relucientes alineados contra la pared, y accesorios distribuidos por todas las superficies disponibles. El aire estaba impregnado con el suave aroma del maquillaje y los productos para el cabello. Emma y Sarah estaban sentadas frente al gran espejo del tocador, ajustando los últimos detalles de sus atuendos mientras yo revisaba una vez más mi discurso de agradecimiento para la recepción.—Ivy, deja esos papeles ya —dijo Emma, girándose para mirarme con una mezcla de exasperación y diversión—. Tienes todo más que aprendido. Además, ¿no crees que deberías pensar más en qué vas a ponerte?—Es la recepción más importante de nuestra carrera, Emma. Si me quedo callada porque olvido algún detalle, nadie va a fijarse en mi vestido. —Intenté sonar convincente, aunque sabía que estaba buscando cualquier excusa para no pensar en
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