La atmósfera ligera que había estado tratando de mantener durante la noche comenzó a tambalearse nuevamente. Justo cuando pensé que el incómodo episodio con Bennett y Rutherford había quedado atrás, volví a sentir sus miradas. Estaban a pocos centímetros justo frente a mí, claramente murmurando algo que no podía escuchar, pero que no necesitaba palabras para interpretar. Rutherford se reía entre dientes, mientras Bennett se inclinaba hacia él con una sonrisa que no podía significar nada bueno. Incluso Wallace también se les había unido.Cada vez que levantaba la mirada, uno de ellos me encontraba, y sus sonrisas burlonas volvían a perforar mi fachada profesional. No quería admitirlo, pero comenzaba a sentirme asfixiada.Adrian no estaba lejos, hablando con un grupo pequeño cerca de la barra. Su postura relajada era un contraste directo con mi creciente incomodidad. Justo cuando consideré excusarme para buscar un momento de calma, noté cómo su mirada se dirigió hacia mí, seguida de un
Adrian y yo habíamos encontrado un rincón más tranquilo del salón, lejos de las miradas curiosas y los comentarios susurrados que habían seguido nuestra salida tras el enfrentamiento con Bennett y Rutherford. El espacio, aunque seguía siendo parte de la recepción, tenía un aire más relajado, con menos gente y una iluminación más tenue. Me dejé caer en una de las sillas altas junto a una pequeña mesa y suspiré profundamente, sintiendo el peso de la noche acumulándose en mis hombros.—Gracias, Adrian. —Mis palabras salieron en un susurro, pero sabía que él entendía cuánto significaban. La manera en que se había puesto de pie por mí frente a esos hombres, defendiendo mi trabajo y mi integridad, era algo que no olvidaría fácilmente.Adrian se inclinó hacia mí, su mirada cálida y tranquilizadora.—No tienes que agradecerme, Ivy. Hiciste lo correcto al mantenerte firme. Esos hombres simplemente no saben cómo lidiar con una mujer que les supera en todo. —Su tono era suave, pero había un mati
La tensión en el aire era casi insoportable. Xander se mantenía firme, su mirada fija en mí, mientras Adrian permanecía a unos pasos de distancia, claramente evaluando cada movimiento. Yo estaba en el centro de un enfrentamiento silencioso, una batalla no declarada pero evidente entre ambos. Mi corazón latía con fuerza, y aunque quería gritar, quería poner fin a todo esto, algo en la intensidad de sus miradas me dejaba congelada en mi lugar.Antes de que alguno pudiera hablar, una figura emergió de la multitud con la misma elegancia con la que lo había hecho en el salón principal. Victoria.Vestida con su impecable vestido de terciopelo azul, su presencia irradiaba autoridad. Su cabello rubio recogido en un moño perfecto parecía no haber sufrido ni una sola alteración a lo largo de la noche. Se movió entre nosotros con una sonrisa enigmática que no deshacía, sino que añadía peso al momento.—Adrian, qué gusto verte aquí. —Su tono era ligero, pero había algo en su forma de dirigirse a
Si algo he aprendido en mis años como emprendedora es que los tiburones no nadan solos. Aparecen en silencio, cazan en grupo y, cuando te has dado cuenta de su presencia, ya es demasiado tarde. Me he pasado la vida construyendo una empresa en un mar lleno de depredadores, pero nunca pensé que uno de ellos intentaría reclamarme como si fuera un trofeo.El inicio de todo fue el peor lunes de mi vida. Ahí estaba yo, en la sala de juntas de mi pequeña pero prometedora startup, tratando de convencer a mis socios de que necesitábamos financiación externa para lanzar nuestro nuevo software de ciberseguridad. Había pasado semanas organizando reuniones con posibles inversores, y la respuesta era la misma: “Tienes potencial, Ivy, pero aún te falta crecer”. Me quedaba una última carta, una que prefería no jugar.Xander Blackwood.El nombre en sí provocaba reacciones en la industria. Algunos lo llamaban visionario; otros, depredador. Su éxito era indiscutible, y la cantidad de ceros en su cuenta
El día siguiente comenzó de forma maravillosa, la mañana era brillante y prometedora. Aun así, mi mente le daba vueltas a la decisión que había tomado hacía menos de 24 horas. Xander Blackwood era ahora parte de mi vida, al menos de mi vida profesional, y eso no me daba ningún placer. Después de esa reunión ligeramente incómoda y tensa en su oficina, me sentía como si hubiera vendido una parte de mi alma. La chispa de desafío que me había impulsado a aceptar su propuesta ahora se transformaba en una inquietud persistente.Mientras caminaba hacia la sala de juntas de mi empresa, el pequeño equipo de Hart Tech me saludaba con sonrisas y comentarios alentadores. Nadie tenía idea de la tormenta que se avecinaba, de la presencia imponente que estaba a punto de infiltrarse en nuestro espacio, un espacio que hasta ahora había sido mi refugio, mi bastión de independencia. La entrada de Xander cambiaría todo.—¿Lista para la reunión, Ivy? —preguntó Emma, mi asistente, con un brillo de emoción
El día siguiente fue una prueba de paciencia. Desde el momento en que Xander se convirtió oficialmente en parte de Hart Tech, su presencia era constante. Era como una piedra en el zapato para mí. Estaba allí, en cada reunión, en cada discusión de presupuesto, y hasta en los detalles más insignificantes que nunca habrían requerido la supervisión de un inversor. A cada paso que daba, sentía que Xander estaba al acecho, observando, juzgando, esperando el momento perfecto para cuestionarme.¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es que no puede tomarse ni siquiera 5 minutos para descansar de ser tan controlador?Era como si el espacio que habíamos construido con tanto esfuerzo para colaborar se hubiera convertido en una jaula, una que él llenaba con su presencia abrumadora. No había forma de trabajar en paz. Y eso me exasperaba.Esa tarde, él me pidió que me reuniera en su oficina para revisar la estrategia de expansión que habíamos desarrollado con mi equipo. Aún con mis reservas y las ganas de ma
Desde el primer instante en que puse un pie en la oficina esa mañana, supe que el día sería largo. La última semana me había golpeado bastante en términos emocionales. Desde que Xander se unió formalmente a la empresa, nuestros encuentros eran un constante tira y afloja sin que ninguno de los dos quisiera ceder. Era agotador. No paraba de pensar en nuestra última conversación, aunque habían pasado más de 3 días y el tema parecía haberse olvidado. Mi cabeza daba vueltas cada vez que recordaba la escena. Por lo menos dijo que tengo potencial. Me encogí de hombros para darme ánimos, un cumplido así y de alguien tan importante como Xander no se recibía todos los días.—¿Todo bien, Ivy? —la voz de Emma me devolvió a la realidad. Estaba parada junto a la puerta de mi oficina, completamente abierta, con una taza de café en cada mano. La saludé con una sonrisa y le hice un ligero gesto para que entrara.Emma me alcanzó una taza de café y me dio una sonrisa que intentaba infundirme confianza,
Salí de mi oficina y cerré la puerta tras de mí, intentando mantener la compostura. La conversación con Xander aún resonaba en mi cabeza, sus palabras tan firmes y su forma de ver mi empresa como si fuera simplemente una pieza en su tablero personal. Necesitaba despejarme, tomar un respiro lejos de su presencia. Lo último que quería era enfrentarme con su arrogancia, y, sin embargo, me encontraba cediendo una vez más. Esa actitud suya de creer que siempre tenía la razón me exasperaba.Su intensidad, su forma de deslizar sus decisiones como si fueran leyes inamovibles, me dejaban en un estado de tensión constante. Era agotador, y la sola idea de pasar otro día discutiendo cada detalle con él hacía que una punzada de frustración me recorriera.Respiré hondo, tratando de calmarme, cuando sentí la vibración de mi teléfono en el bolso. Lo saqué y vi en la pantalla el nombre de mi madre. Suspiré. Las llamadas de mi madre no eran precisamente una fuente de consuelo; al contrario, solían ser