Todos los capítulos de Reconquistando tu corazón. (Saga familia Duque): Capítulo 41 - Capítulo 50
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Cap. 39: Te gusta jugar con fuego.
La pregunta sorprendió a Anthony, quien lanzó una mirada rápida a María Elena, buscando alguna señal de lo que ella pensaba. Ella le sostuvo la mirada, sin intervenir, dándole la oportunidad de responderle directamente al niño. Anthony tomó una pausa y luego, con una sonrisa, respondió:—¿Te gustaría que me quedara, campeón?Micky asintió con entusiasmo, sus ojos brillando de alegría.—¡Claro! Así podrías contarme un cuento antes de dormir, y podríamos desayunar juntos. —Se giró hacia su madre con una expresión de súplica—. ¿Sí, mamá? ¿Papá puede quedarse?María Elena, sin querer romper la ilusión de Micky, le sonrió suavemente y asintió.—Si él quiere quedarse, por supuesto que puede, cariño.Anthony sintió una calidez inesperada al escuchar las palabras de María Elena. Había llegado preparado para una noche de trabajo en la oficina o de regreso al hotel, pero la idea de quedarse ahí, en el apartamento, junto a su hijo y junto a María Elena, tenía un peso especial que no había antici
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Cap. 40: Anthony debe estar con nosotros, no con ellos.
—Me duele un poco el pie, mamá —respondió Micky, con un tono adormilado y una pequeña mueca de incomodidad.María Elena le dio el analgésico y lo ayudó a acomodarse en la cama, asegurándose de que estuviera cómodo.—Yo me quedaré contigo, cielo, para que descanses tranquilo —le dijo con ternura.Anthony sonrió y le dio una suave palmadita en la mano de Micky.—Estaré en la otra habitación, por si necesitas algo, campeón —añadió, mirándolo con ternura y luego lanzando una mirada significativa a María Elena. Ambos intercambiaron una última mirada llena de complicidad antes de salir de la habitación, una promesa tácita de que, aunque su reencuentro había sido interrumpido, esa conexión que acababan de compartir seguía latente entre ellos.****A la mañana siguiente, Rachel entró a la oficina de Phillip con la determinación pintada en el rostro, lista para recordarle que no cedería tan fácilmente en la custodia de los niños que Anthony había cuidado como propios. Sin embargo, al abrir la
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Cap. 41: ¿Lista para esto?
María Elena entró al apartamento, dejando su abrigo en el perchero mientras miraba alrededor. Sus ojos se posaron en la mesa de la sala, donde estaba el diario. Ahora estaba organizado, aunque aún faltaba encuadernarlo de nuevo. Aun así, ver las páginas ordenadas la llenó de alivio y de una profunda alegría; significaba que Anthony realmente había dedicado tiempo a cuidar esos recuerdos.Con una sonrisa, se dirigió a la habitación de Micky. Al acercarse a la puerta, los escuchó reír y hablar animadamente. Desde el umbral, los observó en silencio: Micky estaba concentrado, con el control en las manos, y Anthony, sentado a su lado, intentaba sin mucho éxito seguirle el ritmo en el videojuego.—¡Papá, te gané otra vez! —exclamó Micky con una risa victoriosa.Anthony soltó una carcajada, dejando el control a un lado y levantando las manos en señal de rendición.—Eres imbatible, campeón. No sé cómo lo haces —respondió él, riendo.María Elena sintió una calidez en el pecho al ver la complic
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Cap. 42: ¿Crees que un simple perdón arregla algo?
Cuando llegaron al centro de detención, caminaron juntos por los pasillos hasta la sala de visitas. Las puertas de metal resonaban a su paso, y cada eco parecía recordarle a María Elena la carga de ese encuentro. Anthony, a su lado, le transmitía una calma que ella agradecía silenciosamente.Finalmente, cuando la puerta se abrió, un hombre de rostro cansado y serio los miró desde la mesa. Era Luis Díaz, el hombre que había perdido años de su vida tras la condena que ella había defendido. María Elena sintió un nudo en el estómago, pero Anthony le dio un leve apretón en el hombro.—Vamos —le dijo en voz baja, dándole el impulso que necesitaba para dar el siguiente paso.Luis Díaz los observó con una mezcla de sorpresa y resentimiento. Sus ojos, marcados por el dolor y el tiempo, se clavaron en María Elena con una dureza que la hizo detenerse.—¿Qué hace aquí, doctora? —preguntó él, su tono impregnado de agresividad contenida.María Elena sintió que su garganta se cerraba y el peso de la
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Cap. 43: El primer paso para la reconciliación.
Elliot se tensó, pero no soltó a María Elena de inmediato, manteniendo su postura defensiva y sin apartar la vista de Anthony. Una ligera sonrisa de desafío apareció en sus labios.—¿Apoyo? —replicó Elliot, con un tono cortante y desafiante—. ¿Y dónde estaba ese apoyo cuando ambos enfrentaban el mismo caso?Anthony mantuvo la mirada, aunque el comentario lo descolocó.—Lo hice lo mejor que pude, Elliot.Elliot soltó una risa fría.—¿Lo mejor? Si realmente la hubieras apoyado, habrías renunciado a defender a Díaz, pero no, ¿verdad? Seguiste adelante hasta el final, la enfrentaste en el juicio, y cuando las cosas se pusieron mal… la dejaste sola. Toda la culpa ha caído sobre ella, y sí, ella se equivocó, pero tú podrías haber renunciado y apoyarla… y no lo hiciste.Las palabras de Elliot fueron un golpe bajo, y Anthony apretó la mandíbula, sin poder negar la verdad en ellas. El silencio se tensó entre ambos mientras María Elena, aun intentando recomponerse, miraba de reojo a Anthony, no
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Cap. 44: Visita con dobles intenciones.
Después de un largo momento de silencio, María Elena levantó la mirada y le preguntó a Anthony con voz baja, casi en un susurro, como si temiera romper el delicado equilibrio de emociones que habían compartido en el viejo apartamento:—¿Qué hablaste con Luis Díaz cuando te quedaste con él en la sala de visitas?Anthony se detuvo un instante, evaluando cómo responderle, y al final le sostuvo la mirada, con la intención de ser honesto.—Intenté convencerlo de que se deje defender, de que vale la pena reabrir el caso. Pero, María Elena, él ya no cree en la justicia. Para él, esos ocho años lo han destruido de una forma en que todo esto parece inútil… incluso liberarlo.María Elena apretó los labios y desvió la vista, sintiendo que un nudo de rabia e impotencia se formaba en su pecho. Apretó los puños, y tras unos segundos de profundo silencio, murmuró con una voz que apenas contenía la determinación feroz que estaba naciendo en su interior.—Todo esto es mi culpa… pero te prometo que voy
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Cap. 45: Una carta escondida.
Anthony silenció el micrófono de su móvil.—Rachel trajo a los niños hasta acá, quieren verme, pero tú y nuestro hijo…—Ve a verlos, Anthony —expresó ella con dulzura—. No te preocupes por nosotros. Micky está bien y, si te necesitamos, te llamaré.Anthony sintió una mezcla de alivio y agradecimiento al escucharla. La comprensión de María Elena era un recordatorio de por qué siempre la había amado tanto.—Gracias —susurró y, volviendo a responder por el móvil, añadió—. No se muevan de ahí, salgo para allá.Anthony escuchó los gritos de emoción de los niños. Rachel confirmó que ahí lo esperarían. Cuando Anthony colgó, miró a María Elena y le pidió, en un tono que revelaba su deseo de mantener todo transparente entre ellos:—Dile a Micky la verdad. Él sabe de los niños… y quiero que se conozcan. Claro, si no tienes problema con eso.María Elena le sonrió con ternura, una chispa de comprensión en sus ojos, y asintió sin dudar.—Claro que no, Anthony. Yo también quiero conocerlos —respond
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Cap. 46: Ustedes no son sus hijos, el otro sí.
Anthony llegó al aeropuerto y comenzó a buscar a Rachel y a los niños en las salas de espera. Apenas los divisó, vio a Ethan y Chloe, quienes, al reconocerlo, soltaron las manos de su madre y corrieron hacia él, sus rostros iluminados por una felicidad que hacía tiempo no veía.—¡Tony! —gritaron al unísono, lanzándose a sus brazos.Anthony se agachó para recibirlos, envolviéndolos en un fuerte abrazo, sintiendo cómo una mezcla de alegría y nostalgia lo llenaba al tenerlos de nuevo cerca. El vínculo con esos niños seguía siendo profundo, más allá de cualquier circunstancia, y en ese momento se dio cuenta de cuánto los había extrañado.Mientras Anthony abrazaba a los pequeños, Rachel se acercó lentamente, observando la escena con una sonrisa amable en los labios. Había algo distinto en su expresión, menos hostil que en sus últimos encuentros, y Anthony la notó al instante. Rachel había adoptado una actitud casi cariñosa, como si de repente quisiera borrar el rastro de conflictos que los
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Cap. 47: No vengas con reproches.
Las palabras de Rachel cayeron como un golpe, y los niños comenzaron a llorar al instante, abrazándose con fuerza a Anthony. Sus pequeñas manos lo sujetaban con desesperación, y sus ojos llenos de lágrimas reflejaban el miedo y la tristeza que sus palabras les habían causado.Anthony sintió cómo la ira subía por su pecho, y fulminó a Rachel con la mirada, apenas conteniendo el impulso de exigirle que se fuera. Sin embargo, su prioridad eran los niños, que estaban visiblemente angustiados, y se inclinó hacia ellos, rodeándolos con sus brazos.—No, pequeños, no es así —dijo con voz suave y firme—. A ambos los amo muchísimo. Siempre serán parte de mi vida, sin importar nada. Tener un hijo no cambia el cariño que siento por ustedes, y nunca voy a olvidarlos, ¿me escucharon?Ethan y Chloe asintieron, intentando calmarse, pero seguían llorando, sus miradas inseguras aún dirigidas hacia su madre.Rachel, viendo cómo sus palabras habían logrado afectar tanto a los niños como a Anthony, alzó u
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Cap. 48: ¿Quieres quedarte a dormir?
Anthony guardó silencio un momento, sin saber cómo expresar lo que sentía. —Es largo de contar, María Elena. No quiero molestarte. Hubo una pausa al otro lado de la línea antes de que ella respondiera, su voz tranquila y amable. —Yo aún estoy despierta, Tony. Si quieres, puedes venir. Sabes que el café sí me sale bien, así que no te preocupes. La oferta de María Elena lo desarmó. La necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta, y en ese instante, la idea de estar a su lado era exactamente lo que necesitaba. —Está bien… iré en unos minutos —aceptó, sin poder resistirse a la propuesta. Colgó el teléfono y se levantó de la cama con una sensación de alivio al saber que pronto estaría en la compañía de alguien que realmente lo entendía.****Dafne entró a su apartamento prácticamente estallando de ira. Apenas cruzó la puerta de su alcoba, lanzó los zapatos con un gesto furioso, haciéndolos volar hasta chocar contra la pared. Su "novio", Armando, quien estab
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