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Todos los capítulos de Cazador: Capítulo 61 - Capítulo 70
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Una Promesa
Brandon se enamoró del estudio. Exploró cada rincón de la enorme habitación, que ocupaba el equivalente a medio segundo piso.—¡Hombre, es increíble!Entonces descubrió el escritorio, donde estaba mi laptop. Se acercó a descansar sus manos en el respaldo del sillón, acolchado y giratorio, que no tenía nada que ver con el resto del mobiliario. Se inclinó un poco hacia adelante, mirando por la ventana, y giró el sillón para sentarse.Lo vi allí, un codo en el brazo del sillón, su otra mano sobre mi laptop cerrada, los ojos en el Quabbin al otro lado de la ventana, y tomé mi teléfono, retrocediendo. No se dio cuenta. Tal vez estaba tan habituado a estar rodeado de cámaras todo el tiempo, que había aprendido a ignorarlas.Mi cámara no capturó del todo la atmósfera del momento, la forma en que el sol lo
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Otro Día Juntos
Me sorprendió que se ofreciera a ayudarme con la cena, demostrando que era un excelente cocinero, al menos con recetas veganas. Cuando nos sentamos a comer, le mostré una investigación de los hermanos Fourman.—Te dije que es aburrido —dijo, señalando la televisión con el tenedor—. Si hubiéramos tan siquiera intentado hacer un show así, nos hubieran cancelado a mitad de la primera temporada.—Por eso ellos se negaron a firmar contrato con tu compañía.—¿De verdad?—Sí. Querían mantenerse realistas. El problema es que tu estilo se convirtió en la norma, así que si algo no lo copia, no sirve. Pero el nicho necesita más como ellos.Ladeó la cabeza masticando y asintió. —¿Sabes? Isaac sería un punto medio interesante, si hiciera esto con su estilo grandilocuente.—Por
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Fintas en las Fintas
Lunes por la mañana.Lady Audrey llegó a las nueve, su Mercedes precediendo una camioneta grandota con dos tipos grandotes que, tal como Ann anticipara, no querían mujeres metiendo la nariz en su trabajo, especialmente una chica tan corpulenta como una ardilla que parecía recién egresada de la secundaria.Apenas entraron en la casa de huéspedes, empezaron a hablar de derribar paredes, cambiar baños de lugar y hacer esto o aquello. Cuando traté de hablar, Lady Audrey me palmeó el hombro con ese aire de superioridad que me daba ganas de abofetearla.—Deja que los profesionales decidan, querida —dijo—. Ellos saben.No me molesté en responderle. Saqué el teléfono y llamé a Brandon, que atendió todavía en cama, como si en la Costa Oeste fueran sólo las seis de la mañana.—Hola, amor —murmuró, los ojos apenas abiertos—. ¿Algún problema por allí?—Lo que esperábamos.—Bien. Te llamo en cinco minutos.Cortó y enfrenté a los grandotes e
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Separaciones
Martes.Segundo día de la semana y ya estaba agotada.Puse a Mike a cargo de vigilar y dirigir a los contratistas y su gente cuando llegaran a las nueve, lo cual pareció complacer al casero. Quién lo hubiera dicho.Greta y yo fuimos juntas a la Cuna de la Libertad y a las oficinas de Jenkins. La recepcionista por poco nos carga en andas hasta una sala de reuniones, donde nos esperaba el abogado.Todo el asunto demoró unas tres horas, porque Greta y yo queríamos leer hasta la última línea de cada documento, y ella indicó algunas modificaciones para aclarar tecnicismos ambiguos. Luego exigió que volvieran a imprimirlos, porque los documentos ya estaban certificados por un notario aun sin mi firma, lo cual no era legal. Así, los oficios quedaban más claros que libro de primaria, y Jenkins se había visto obligado a dejarla actuar como notaria, y ella le cobraría hasta el último centavo.Por mi parte, hice agregar una cláusula designando a la Fundación
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Demasiada Calma
Los días siguientes fueron ruidosos y ajetreados, con los contratistas preparándose para comenzar a trabajar el lunes. Y la semana siguiente me bastó para saber que me la pasaría tachando días como un preso hasta que terminaran la obra y se largaran. Los ruidos y gritos constantes no eran lo peor, ni siquiera el desastre que hicieron de ese lado del jardín, ni el polvo que ninguna ventana cerrada detenía si tan siguiera soplaba una leve brisa desde la casa de huéspedes. No, lo peor era que estos tipos nos consideraban a Mike y a mí una molestia, y trataban de contradecir nuestras instrucciones apenas les dábamos la espalda.Había creído que podría tomarme un par de días para ir a Pennhurst. Cambiar el ruido de la obra por una noche en el bosque con Kujo sonaba irresistible, pero para el tercer día ya había quedado claro que estaba prisionera en la mansión de lunes a sábado hasta que terminaran la obra.A pesar de todo, abril fue un mes tranquilo. Me adapté a la rutina
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¿Y Ahora Quién?
Cuando pasé por lo de Amy a despedirme y devolverle las llaves, me sorprendió que me preguntara si podía venir a la mansión por un par de días.—Estoy harta de estar aquí encerrada —dijo.—Si no te molestan los ruidos de la obra a partir del lunes, vámonos.—Oh, cierto, la casa de huéspedes. No me importa en absoluto.Así que empacó uno de sus bolsos para llevar elefantes y montó en su bestia roja. Ni qué decir que llegó a la mansión veinte minutos antes que yo. Lo bueno de tener amigas con mejores autos que el mío es que cuando llegué, el café ya estaba hecho.Los Blotter se  alegraron de volver a verla, y pasamos un tranquilo domingo en familia con ellos.Después de tanto viaje en los últimos días, me fui a dormir temprano. Me escribí un par de veces con Brandon, ya
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Planes de Batalla
—¿Cuánto tiempo? —le pregunté a Amy cuando salíamos de la sala de emergencias.—Tres o cuatro semanas. Quiero confirmarlo con mi médico mañana a primera hora.La ayudé a subir al auto y le abroché el cinturón de seguridad.—¡Mierda, Fran! ¿Qué carajos está pasando? —masculló cuando me senté tras el volante.—¿Tú me lo preguntas? —Salí del estacionamiento en reversa y bajé a la calle—. ¿Por qué quisiste venir a la mansión así, de la nada? Habíamos desayunado juntas y ni lo mencionaste.Ella meneó la cabeza, ceñuda. —No lo sé. Cuando pasaste a despedirte, sentí con intensidad que tenía que venir contigo. Hace mucho que dejé de cuestionar esos impulsos, así que simplemente lo segu&iacut
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Refuerzos
Amy y yo nos detuvimos ante la puerta del estudio, donde las cosas todavía seguían moviéndose. Parecía que la loca Cristine ya no podía con los muebles pesados, así que se dedicaba a vandalizar objetos más pequeños. Sin prestar atención a los ruidos, Amy explicó en detalle lo que estábamos por hacer.—Cuando ustedes digan —dijo mi teléfono, mostrando que no me había instruido sólo a mí.Respiré hondo, abrí la puerta para asomar la cabeza e hice gala de mi pobre francés.—Un moment, Cristine, s’il vous plait.Creo que la tomé por sorpresa, porque dejó de hacer volar cosas. Entramos y mi primera mirada fue para mi laptop. La había olvidado completamente cuando Amy resultara lastimada. Seguía sobre el escritorio, al parecer intacta. Me apresuré a tomarla y sacarla del
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Hay Equipo
Me alegró que Lady Audrey ya estuviera levantada. La sorprendió que la llamara, y vaciló antes de autorizarme a grabar la llamada. Brandon retrocedió a sentarse en el extremo opuesto del sillón.—Lamento molestarla, pero necesitaría saber si existen registros históricos de la familia, en la Fundación o en otro lugar.—Yo soy la historiadora de la familia. —Por supuesto que se ubicaría en medio de la acción—. ¿Qué buscas?—¿El nombre Cristine Gauthier significa algo para usted?—No, ¿quién es?—Eso es lo que intento averiguar. Vivió en Amiens, Francia, hace unos cien años, y murió allí durante la Primera Guerra. Eso la haría contemporánea de la tercera generación Blotter. ¿Alguno de ellos vivió en Francia en esa época?—No
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Marcas Extrañas
Los dos Blotter nos recibieron con expresiones adustas, y parecieron aliviados cuando preguntamos por mapas en vez de insistir con hijos naturales y esas cosas descabelladas. El señor Blotter pareció llegar a la conclusión de que el honor de la familia ya no corría riesgo y nos dejó con Ann Lori. Ella nos llevó de regreso a la mesa de caoba, liberó la mitad por el sencillo método de apilar todo en el otro extremo, y abrió uno de los librotes forrados en tela, éste en verde oscuro, que contenía mapas y planos de todas las propiedades que los Blotter hubieran adquirido.Habían quedado todos cosidos en la encuadernación, así que no había manera de sacar los de la mansión, ni siquiera para fotocopiarlos. De modo que tomamos docenas de fotos de los que nos interesaban para imprimirlas luego. Antes queríamos revisar los originales.Mientras Ann Lori nos proc
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