Martes.
Segundo día de la semana y ya estaba agotada.
Puse a Mike a cargo de vigilar y dirigir a los contratistas y su gente cuando llegaran a las nueve, lo cual pareció complacer al casero. Quién lo hubiera dicho.
Greta y yo fuimos juntas a la Cuna de la Libertad y a las oficinas de Jenkins. La recepcionista por poco nos carga en andas hasta una sala de reuniones, donde nos esperaba el abogado.
Todo el asunto demoró unas tres horas, porque Greta y yo queríamos leer hasta la última línea de cada documento, y ella indicó algunas modificaciones para aclarar tecnicismos ambiguos. Luego exigió que volvieran a imprimirlos, porque los documentos ya estaban certificados por un notario aun sin mi firma, lo cual no era legal. Así, los oficios quedaban más claros que libro de primaria, y Jenkins se había visto obligado a dejarla actuar como notaria, y ella le cobraría hasta el último centavo.
Por mi parte, hice agregar una cláusula designando a la Fundación
Los días siguientes fueron ruidosos y ajetreados, con los contratistas preparándose para comenzar a trabajar el lunes. Y la semana siguiente me bastó para saber que me la pasaría tachando días como un preso hasta que terminaran la obra y se largaran. Los ruidos y gritos constantes no eran lo peor, ni siquiera el desastre que hicieron de ese lado del jardín, ni el polvo que ninguna ventana cerrada detenía si tan siguiera soplaba una leve brisa desde la casa de huéspedes. No, lo peor era que estos tipos nos consideraban a Mike y a mí una molestia, y trataban de contradecir nuestras instrucciones apenas les dábamos la espalda.Había creído que podría tomarme un par de días para ir a Pennhurst. Cambiar el ruido de la obra por una noche en el bosque con Kujo sonaba irresistible, pero para el tercer día ya había quedado claro que estaba prisionera en la mansión de lunes a sábado hasta que terminaran la obra.A pesar de todo, abril fue un mes tranquilo. Me adapté a la rutina
Cuando pasé por lo de Amy a despedirme y devolverle las llaves, me sorprendió que me preguntara si podía venir a la mansión por un par de días.—Estoy harta de estar aquí encerrada —dijo.—Si no te molestan los ruidos de la obra a partir del lunes, vámonos.—Oh, cierto, la casa de huéspedes. No me importa en absoluto.Así que empacó uno de sus bolsos para llevar elefantes y montó en su bestia roja. Ni qué decir que llegó a la mansión veinte minutos antes que yo. Lo bueno de tener amigas con mejores autos que el mío es que cuando llegué, el café ya estaba hecho.Los Blotter se alegraron de volver a verla, y pasamos un tranquilo domingo en familia con ellos.Después de tanto viaje en los últimos días, me fui a dormir temprano. Me escribí un par de veces con Brandon, ya
—¿Cuánto tiempo? —le pregunté a Amy cuando salíamos de la sala de emergencias.—Tres o cuatro semanas. Quiero confirmarlo con mi médico mañana a primera hora.La ayudé a subir al auto y le abroché el cinturón de seguridad.—¡Mierda, Fran! ¿Qué carajos está pasando? —masculló cuando me senté tras el volante.—¿Tú me lo preguntas? —Salí del estacionamiento en reversa y bajé a la calle—. ¿Por qué quisiste venir a la mansión así, de la nada? Habíamos desayunado juntas y ni lo mencionaste.Ella meneó la cabeza, ceñuda. —No lo sé. Cuando pasaste a despedirte, sentí con intensidad que tenía que venir contigo. Hace mucho que dejé de cuestionar esos impulsos, así que simplemente lo segu&iacut
Amy y yo nos detuvimos ante la puerta del estudio, donde las cosas todavía seguían moviéndose. Parecía que la loca Cristine ya no podía con los muebles pesados, así que se dedicaba a vandalizar objetos más pequeños. Sin prestar atención a los ruidos, Amy explicó en detalle lo que estábamos por hacer.—Cuando ustedes digan —dijo mi teléfono, mostrando que no me había instruido sólo a mí.Respiré hondo, abrí la puerta para asomar la cabeza e hice gala de mi pobre francés.—Un moment, Cristine, s’il vous plait.Creo que la tomé por sorpresa, porque dejó de hacer volar cosas. Entramos y mi primera mirada fue para mi laptop. La había olvidado completamente cuando Amy resultara lastimada. Seguía sobre el escritorio, al parecer intacta. Me apresuré a tomarla y sacarla del
Me alegró que Lady Audrey ya estuviera levantada. La sorprendió que la llamara, y vaciló antes de autorizarme a grabar la llamada. Brandon retrocedió a sentarse en el extremo opuesto del sillón.—Lamento molestarla, pero necesitaría saber si existen registros históricos de la familia, en la Fundación o en otro lugar.—Yo soy la historiadora de la familia. —Por supuesto que se ubicaría en medio de la acción—. ¿Qué buscas?—¿El nombre Cristine Gauthier significa algo para usted?—No, ¿quién es?—Eso es lo que intento averiguar. Vivió en Amiens, Francia, hace unos cien años, y murió allí durante la Primera Guerra. Eso la haría contemporánea de la tercera generación Blotter. ¿Alguno de ellos vivió en Francia en esa época?—No
Los dos Blotter nos recibieron con expresiones adustas, y parecieron aliviados cuando preguntamos por mapas en vez de insistir con hijos naturales y esas cosas descabelladas. El señor Blotter pareció llegar a la conclusión de que el honor de la familia ya no corría riesgo y nos dejó con Ann Lori. Ella nos llevó de regreso a la mesa de caoba, liberó la mitad por el sencillo método de apilar todo en el otro extremo, y abrió uno de los librotes forrados en tela, éste en verde oscuro, que contenía mapas y planos de todas las propiedades que los Blotter hubieran adquirido.Habían quedado todos cosidos en la encuadernación, así que no había manera de sacar los de la mansión, ni siquiera para fotocopiarlos. De modo que tomamos docenas de fotos de los que nos interesaban para imprimirlas luego. Antes queríamos revisar los originales.Mientras Ann Lori nos proc
Las señoras de la sociedad histórica vacilaron cuando Brandon entró filmando. Hasta que una de ellas lo reconoció. Entonces fue todo sonrisas y risitas y correr a ayudarnos. Pronto nos sentábamos a una mesa cubierta de viejos mapas y documentos gubernamentales desde que Hardwick fuera poblado por gente blanca. Brandon montó su cámara con el trípode al otro lado de la mesa, como antes, para que además de nosotros, los mapas y papeles entraran en el cuadro.Llevábamos media hora revisando documentos cuando uno de los mapas me llamó la atención.—Mira —dije, mostrándoselo a Brandon—. ¿Ves este pueblo, Greenwich, como el camino? Lo inundaron cuando construyeron el Quabbin.Brandon se inclinó sobre el mapa, estudiando con curiosidad la zona que yo le señalaba. —¿Y qué tiene de especial? ¿Cementerio bajo el agua o
No me daba el hígado para ayudar a Brandon a desordenar mi habitación, así que lo dejé llevar lo que quisiera al segundo piso y me dirigí a la biblioteca. Joseph estaba en el estudio con Isaac y Trisha, mientras Edward se tomaba un descanso de vigilar a Cristine. Lo encontré leyendo online, pero desconectó la tablet para hablar conmigo.—¿Qué crees que está sucediendo?Aún no tenía nada concreto para decirle, así que le expliqué la teoría de que la aparición de Cristine estaba relacionada con la partida de Ann.—¿Es parte de la familia?—Podría serlo. Creo que tu hermano Henry puede haber conocido a su madre cuando servía en París. Las fechas coinciden.—¿Quiere decir que es mi sobrina?—Eso creo. En la Fundación niegan tener correspo