—¿Cuánto tiempo? —le pregunté a Amy cuando salíamos de la sala de emergencias.
—Tres o cuatro semanas. Quiero confirmarlo con mi médico mañana a primera hora.
La ayudé a subir al auto y le abroché el cinturón de seguridad.
—¡Mierda, Fran! ¿Qué carajos está pasando? —masculló cuando me senté tras el volante.
—¿Tú me lo preguntas? —Salí del estacionamiento en reversa y bajé a la calle—. ¿Por qué quisiste venir a la mansión así, de la nada? Habíamos desayunado juntas y ni lo mencionaste.
Ella meneó la cabeza, ceñuda. —No lo sé. Cuando pasaste a despedirte, sentí con intensidad que tenía que venir contigo. Hace mucho que dejé de cuestionar esos impulsos, así que simplemente lo segu&iacut
Amy y yo nos detuvimos ante la puerta del estudio, donde las cosas todavía seguían moviéndose. Parecía que la loca Cristine ya no podía con los muebles pesados, así que se dedicaba a vandalizar objetos más pequeños. Sin prestar atención a los ruidos, Amy explicó en detalle lo que estábamos por hacer.—Cuando ustedes digan —dijo mi teléfono, mostrando que no me había instruido sólo a mí.Respiré hondo, abrí la puerta para asomar la cabeza e hice gala de mi pobre francés.—Un moment, Cristine, s’il vous plait.Creo que la tomé por sorpresa, porque dejó de hacer volar cosas. Entramos y mi primera mirada fue para mi laptop. La había olvidado completamente cuando Amy resultara lastimada. Seguía sobre el escritorio, al parecer intacta. Me apresuré a tomarla y sacarla del
Me alegró que Lady Audrey ya estuviera levantada. La sorprendió que la llamara, y vaciló antes de autorizarme a grabar la llamada. Brandon retrocedió a sentarse en el extremo opuesto del sillón.—Lamento molestarla, pero necesitaría saber si existen registros históricos de la familia, en la Fundación o en otro lugar.—Yo soy la historiadora de la familia. —Por supuesto que se ubicaría en medio de la acción—. ¿Qué buscas?—¿El nombre Cristine Gauthier significa algo para usted?—No, ¿quién es?—Eso es lo que intento averiguar. Vivió en Amiens, Francia, hace unos cien años, y murió allí durante la Primera Guerra. Eso la haría contemporánea de la tercera generación Blotter. ¿Alguno de ellos vivió en Francia en esa época?—No
Los dos Blotter nos recibieron con expresiones adustas, y parecieron aliviados cuando preguntamos por mapas en vez de insistir con hijos naturales y esas cosas descabelladas. El señor Blotter pareció llegar a la conclusión de que el honor de la familia ya no corría riesgo y nos dejó con Ann Lori. Ella nos llevó de regreso a la mesa de caoba, liberó la mitad por el sencillo método de apilar todo en el otro extremo, y abrió uno de los librotes forrados en tela, éste en verde oscuro, que contenía mapas y planos de todas las propiedades que los Blotter hubieran adquirido.Habían quedado todos cosidos en la encuadernación, así que no había manera de sacar los de la mansión, ni siquiera para fotocopiarlos. De modo que tomamos docenas de fotos de los que nos interesaban para imprimirlas luego. Antes queríamos revisar los originales.Mientras Ann Lori nos proc
Las señoras de la sociedad histórica vacilaron cuando Brandon entró filmando. Hasta que una de ellas lo reconoció. Entonces fue todo sonrisas y risitas y correr a ayudarnos. Pronto nos sentábamos a una mesa cubierta de viejos mapas y documentos gubernamentales desde que Hardwick fuera poblado por gente blanca. Brandon montó su cámara con el trípode al otro lado de la mesa, como antes, para que además de nosotros, los mapas y papeles entraran en el cuadro.Llevábamos media hora revisando documentos cuando uno de los mapas me llamó la atención.—Mira —dije, mostrándoselo a Brandon—. ¿Ves este pueblo, Greenwich, como el camino? Lo inundaron cuando construyeron el Quabbin.Brandon se inclinó sobre el mapa, estudiando con curiosidad la zona que yo le señalaba. —¿Y qué tiene de especial? ¿Cementerio bajo el agua o
No me daba el hígado para ayudar a Brandon a desordenar mi habitación, así que lo dejé llevar lo que quisiera al segundo piso y me dirigí a la biblioteca. Joseph estaba en el estudio con Isaac y Trisha, mientras Edward se tomaba un descanso de vigilar a Cristine. Lo encontré leyendo online, pero desconectó la tablet para hablar conmigo.—¿Qué crees que está sucediendo?Aún no tenía nada concreto para decirle, así que le expliqué la teoría de que la aparición de Cristine estaba relacionada con la partida de Ann.—¿Es parte de la familia?—Podría serlo. Creo que tu hermano Henry puede haber conocido a su madre cuando servía en París. Las fechas coinciden.—¿Quiere decir que es mi sobrina?—Eso creo. En la Fundación niegan tener correspo
La voz de Isaac se escuchaba desde el tercer piso. Resultó obvio que él y Brandon ya tenían los feeds en pantalla, porque se callaron apenas abrí la puerta del estudio.—Adelante, es seguro —dijo Joseph cuando me asomé.—Gracias, Joseph —murmuré, paseando la vista por el caos que era la habitación— ¿Cómo está?—Lanza algo cada tanto. Pero sigue donde la dejaste.—¿Junto al sillón?—Sí. Ten cuidado.—Deséame suerte.Miré a Trisha, que asintió con sonrisa alentadora.—Cristine, c’est moi, Fran —dije, enfrentando el extremo del sillón donde la viera la noche anterior—. ¿Podemos hablar?Trisha tradujo. No ocurrió nada, así que me acerqué otro paso. No quedaba nada de las hierbas y especias en el círculo, pero Amy me había explicado que el aceite servía para imbuirlo en la madera del suelo y sostener la barrera.Me senté en el piso a un metro de donde se suponía que estaba Cristine, y le indi
Había una sola cosa mejor que dormirme en los brazos de Brandon: despertarme en sus brazos.A juzgar por lo oscuro que estaba el cielo que veía desde la ventana, era demasiado temprano. Brandon estaba profundamente dormido. Se había atrevido a apartar uno de sus brazos de mí, pero sólo para sujetar mi mano sobre su pecho como solía. Estaba irremediablemente despierta, y sabía que no podría levantarme sin perturbarlo. Intenté en vano volver a dormir. Entonces intenté escurrir mis dedos entre los suyos. Si lograba hacerlo sin despertarlo, tendría una oportunidad. Estaba por conseguirlo cuando su mano apretó la mía y sus labios rozaron mi frente.—Buen día, amor —musitó, los ojos cerrados.No me pregunten por qué, pero que me llamara así en esa situación catapultó mi romanticismo por las nubes. Nada de levantarme. Ten&iacu
Mike y yo dejamos a Susan en el dormitorio de Isaac y continuamos hacia el tercer piso. El pobre se detuvo en el umbral, mirando el caos a su alrededor estupefacto. A pesar de todo, ahora que las dos bibliotecas grandes volvían a estar en su lugar, el trabajo que nos quedaba, a pesar de ser mucho, no era pesado.Decidimos correr todos los muebles de una mitad de la habitación para limpiarla y levantar todos los libros que había lanzado Cristine. Luego correríamos todo a esa mitad para terminar de limpiar el estudio.Llevábamos unos veinte minutos trabajando, intercambiando comentarios ocasionales, cuando se me ocurrió que tal vez él supiera algo sobre las marcas del Adivino de Greenwich.—¿Sabes si había algún pozo de agua en el lote? ¿Uno que hayan cavado poco después de construida la mansión?Ahora que nos teníamos confianza, tomó mi pregunta c