Era fantástico, volver a casa con Brandon y hallar que todo estaba en orden. Lo dejé trabajando en el estudio y me senté con mi laptop en la cocina, decidida a actualizar mi diario antes de la cena. Su mensaje de texto sólo veinte minutos más tarde me hizo reír: el Cazador Supremo tenía sed. Yo había comprado la cafetera para el estudio, junto con un dispensador de agua fría y caliente, y había armado un bonito rincón con té, café, tazones, cucharas, azúcar y todo lo necesario para preparar una infusión sin dar más de dos pasos desde el escritorio. Pero no. Él quería algo frío con más sabor que el agua.Así que ahí fui, por las escaleras hasta el tercer piso, con un termo de litro lleno de su jugo de mango recién sacado del refri. Iba a ser un alivio cuando se montara su oficina en la casa de huéspedes, donde podría tener su propio refri, y yo no tendría que interrumpir lo que estuviera haciendo para ir a servir la mesa de milord.Mentira. No sé a quién pretendo engaña
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