El sonido del motor rugía bajo el capó del auto de lujo mientras Antonio Feller mantenía la mirada fija en la carretera. Su rostro, de facciones severas pero atractivas, reflejaba la tensión que también se dibujaba en las manos que sostenían con fuerza el volante. A su lado, Karen, su esposa, se retorcía las manos sobre su regazo, sus delgados dedos entrelazándose nerviosamente. Su cabello rubio estaba perfectamente arreglado, pero sus ojos grises, habitualmente fríos y calculadores, ahora mostraban un temor inusual.—Solo quiero a mi hija de regreso, Antonio. —Su voz era un susurro quebrado, pero el temblor en sus palabras hacía evidente su angustia.Antonio suspiró profundamente, girando el rostro hacia ella un momento.—Todo estará bien, Karen —respondió con tono seguro, aunque el ligero ceño fruncido delataba su propia preocupación.Karen negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior.—¿Y qué pasa si no es ella? —preguntó, y el aire en el interior del auto pareció volverse más
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