El despacho principal de los Agosti era imponente. Las paredes estaban revestidas de madera oscura, y cada rincón hablaba de poder y tradición. En el centro de la habitación, un enorme escritorio de caoba dominaba la escena, y a su alrededor, los sofás de cuero relucían bajo la luz suave de las lámparas de cristal. Blair estaba sentada frente a dos figuras que emanaban autoridad: Antonio y Karen Feller. Sus verdaderos padres.El corazón de Blair latía desbocado. Apenas podía procesar lo que acababan de decirle. Su mente repasaba una y otra vez las palabras: no eres hija de los Blanchard. Toda su vida, la identidad que creía inquebrantable, había sido una mentira.—¿Cómo...? —su voz tembló, quebrada por la confusión—. ¿Cómo pudieron mis padres hacer algo así?Karen, sentada a su lado, la miraba con los ojos llenos de lágrimas. Era una mujer elegante, de facciones finas y cabello dorado, cuya fragilidad aparente ocultaba una fuerza que Blair podía sentir.—No eran tus padres, Blair. —La
El vestíbulo de la mansión Agosti era un espacio amplio, majestuoso, decorado con mármol blanco y columnas que reflejaban un estilo clásico y frío. Pero en ese momento, para Massimo Agosti, no había nada que pudiera calmar el fuego que ardía en su pecho. Caminaba de un lado a otro, sus pasos resonando en el eco del lugar, mientras sus manos se cerraban en puños. Su mirada, fija en el reloj que colgaba de la pared, parecía rogar porque el tiempo avanzara más rápido.—Massimo, por favor, siéntate. —La voz de Ana, su madre, lo sacó de sus pensamientos. Estaba sentada en un sillón cercano, con las piernas cruzadas y un vaso de té en las manos.—¿Sentarme? —repitió él, girándose hacia ella, la frustración evidente en sus palabras—. ¿Cómo se supone que esté tranquilo mientras ellos están ahí arriba con Blair?Ana lo observó con una expresión que combinaba cansancio y paciencia.—Blair no es una mujer tonta. Sabe lo que hace. —Ana dejó el vaso sobre la mesa y lo miró fijamente, con una leve
El amanecer se colaba a través de las persianas del amplio dormitorio de Massimo, pero no traía consigo la paz que prometía el día. Él abrió los ojos, mirando el techo, con el ceño fruncido y el corazón pesado. Se pasó una mano por el cabello desordenado y soltó un suspiro frustrado. La habitación estaba en penumbras, a excepción de un rayo de sol que iluminaba un rincón de la cama, como una burla silenciosa de que debía levantarse.—Maldito día —murmuró con voz ronca antes de levantarse con pesadez.Tres días habían pasado desde que no veía a Blair. Tres días desde que ella desapareció tras las puertas de la residencia Feller, llevándose consigo a los trillizos que aún sentía como una extensión de su alma. Había visitado el lugar un par de veces, pero solo le permitían ver a los niños. Antonio y Karen, los padres biológicos de Blair, siempre encontraban alguna excusa para evitar que él se acercara a ella.Massimo se dirigió al baño, donde el frío azulejo le provocó un escalofrío al e
El reflejo en el espejo devolvía la imagen de una mujer que proyectaba éxito y poder, pero Blair no podía evitar sentir que era solo una fachada. La habitación en la que se encontraba era tan impresionante como intimidante, una combinación de lujo clásico y modernidad que parecía diseñada para destacar la riqueza de sus padres. Las paredes de mármol blanco relucían bajo la luz de la araña de cristal, y las cortinas de terciopelo gris, pesadas y majestuosas, caían hasta el suelo alfombrado en tonos crema. Los muebles de diseño, cuidadosamente seleccionados, emanaban elegancia y buen gusto. Sin embargo, el esplendor del entorno no lograba calmar los nervios que la atenazaban desde que se había levantado aquella mañana.Blair ajustó la blusa de seda marfil que caía con elegancia sobre su falda lápiz negra. Sus manos temblaban ligeramente al asegurarse de que cada detalle estuviera en su lugar: el cinturón fino que acentuaba su figura, los zapatos de tacón negro que le daban una estatura
La sala de juntas de la corporación Agosti era un templo al poder. Su amplitud desmedida y las paredes de cristal reflejaban no solo el lujo, sino también la ambición desmedida de Antonio Feller, su patriarca. Cada rincón olía a madera pulida y cuero caro, y el ambiente estaba cargado de una tensión sutil pero constante, como si las paredes mismas aguardaran el desenlace de un conflicto largamente contenido.Blair Feller, sentada junto a su madre, mantenía la mirada fija en el suelo, ajena a las conversaciones de los accionistas. Desde niña, se había acostumbrado a ser un peón en el tablero de todos, pero aquella mañana algo parecía diferente. Antonio, con su imponente figura y su semblante inescrutable, irradiaba una autoridad que incluso los más obstinados no se atrevían a desafiar.—He tomado una decisión —declaró Antonio, su voz resonando como un martillo sobre un yunque.El murmullo que hasta entonces había llenado la sala se desvaneció al instante. Todos los ojos estaban sobre é
—La situación de su hermano ha empeorado; sin embargo, no hemos encontrado una médula ósea adecuada para él. Prepárese para lo peor, señorita Blanchard.Las palabras resonaron en la mente de Blair al salir de la oficina del médico. Se apoyó débilmente contra la pared. Se tomó un momento para respirar profundamente; el olor a desinfectante la golpeó de Inmediato, ni siquiera sabía cómo se había dirigido a la habitación de su hermano, sin flaquear.Antes de entrar, se forzó a actuar con una sonrisa falsa. El niño estaba acostado en la cama, con una pálida sonrisa en su rostro. Cuando sus miradas se encontraron, el corazón de Blair se rompió en mil pedazos.—¿Hermana? —preguntó Dylan, con un hilo de voz—. ¿Te sientes bien? Te ves… diferente.—Todo está bien, hermano —respondió, tratando de sonar convincente.Pero en el fondo, sabía que no era cierto.—Hermana, ¿cuándo regresamos a casa? No quiero seguir el tratamiento porque me duele tanto. Y cada día me siento peor. Dylan era demasiado
A Blair le costó mucho convencerla de que abandonara la escena, y los dos fueron a un café cercano para discutir la compensación.Esperaba que la conversación fuera insoportable porque necesitaba escuchar cómo su jefe trataba tan cruelmente a su amante. Pero no es así. A lo largo de la conversación, Blair inicialmente se mostró muy comprensiva con la difícil situación de que la mujer nunca volvería a ser madre. Pero poco a poco, Blair sospechó que esta mujer estaba allí como moneda de fraude, porque varios detalles no coincidían en absoluto. Una es que la mujer afirmó que la obligaron a abortar y que contrajo diversas enfermedades de transmisión sexual durante varios meses.Pero según el informe del examen físico de Blair de hace dos meses, gozaba de buena salud. El examen físico se lo impuso Massimo, que siempre ha sido una persona muy cautelosa en su vida privada.Otra es, la mujer afirmó que cuando los dos entablaron una relación por primera vez, Agosti una vez la llevó por todo el
El no esperaba que quisiera vender su casa, ¿a qué viene esto? ¿Para qué necesita tanto dinero? Massimo creía que la conocía bien, no creía que ella fuera una amante de los artículos de lujo o que tuviera malos hábitos a la hora de gastar dinero. Pero él sabía que ella silenciosamente tomó tanto dinero, lo que demostraba que le faltaba dinero, y que no debería invertir ninguna emoción en una mujer a la que solo le importa el dinero. Esto es lo que siempre ha hecho. La trataba como a una empleada con la que podía tener sexo. Y pensó que ella nunca lo dejaría porque era muy sumisa.—Esta casa te pertenecerá a ti muy pronto. Puedes hacer con ella lo que quieras. —respondió, en tono firme.Para Blair, Massimo estaba a punto de casarse, y para ella, su vida personal y sus necesidades emocionales eran, sin duda, menos importantes que la vida de su hermano.Con una expresión de alivio, Blair se sintió decidida.—Voy a hacer oficial mi solicitud de renuncia pronto —afirmó, intentando que su v