A Blair le costó mucho convencerla de que abandonara la escena, y los dos fueron a un café cercano para discutir la compensación.
Esperaba que la conversación fuera insoportable porque necesitaba escuchar cómo su jefe trataba tan cruelmente a su amante. Pero no es así. A lo largo de la conversación, Blair inicialmente se mostró muy comprensiva con la difícil situación de que la mujer nunca volvería a ser madre.
Pero poco a poco, Blair sospechó que esta mujer estaba allí como moneda de fraude, porque varios detalles no coincidían en absoluto. Una es que la mujer afirmó que la obligaron a abortar y que contrajo diversas enfermedades de transmisión sexual durante varios meses.
Pero según el informe del examen físico de Blair de hace dos meses, gozaba de buena salud. El examen físico se lo impuso Massimo, que siempre ha sido una persona muy cautelosa en su vida privada.
Otra es, la mujer afirmó que cuando los dos entablaron una relación por primera vez, Agosti una vez la llevó por todo el edificio y afirmó que él era el dueño de todo lo que había aquí. Hasta donde Blair sabia, aunque su jefe es muy arrogante, no le gusta presumir. El asunto terminó con tres horas de negociaciones y Agosti ordenó la transferencia de 100.000 dólares.
Para Blair hacía mucho tiempo que ella no decía tantas palabras, por lo que estaba tan exhausta y hambrienta para prestar atención al gran contraste entre la sonrisa satisfactoria de la mujer cuando se fue y las lágrimas cuando había llegado a reclamar.
El estómago le gruñía, pidió comida y le sirvieron un pudín de frutas. Al tomar un mordisco a la comida, el malestar comenzó a instalarse en su abdomen. Salió del restaurante incómoda, pensó en caminar hasta su casa, pero un coche negro apareció a su lado. Era el coche de Massimo Agosti, su jefe.
—Blair —dijo él, bajando la ventanilla con una voz fría como el metal del vehículo—. Entra.
Un escalofrío recorrió su espalda. Temor y ansiedad se apoderaron de ella, pero en el fondo, sabía que no tenía opción. Hizo lo que le pidió, abriendo la puerta del auto y subiendo a la parte trasera.
Massimo la observó, sus ojos verdes recorrieron su figura. En ese momento, a pesar de la tensión que había en el aire, no pudo evitar pensar que se veía hermosa. Su cabello castaño caía en ondas suaves y sus ojos grises reflejaban una mezcla de emociones que él no lograba descifrar.
El motor rugió y el coche arrancó, llevándolos a un destino incierto.
En un instante, se sintió atrapada en sus brazos. Massimo, impulsado por un deseo que parecía incontrolable, la besó en el cuello con desesperación. Sus manos tocaron su cuerpo, pero algo no estaba bien. Blair sintió que era una muñeca sin vida, cooperando pero sin disfrutar del momento.
La culpa y la preocupación la invadían, y aunque su cuerpo se dejaba llevar, su mente estaba lejos, pensando en su hermano, en la posibilidad de que su situación financiera pudiera cambiar si lograba reunir el dinero suficiente.
—¿Qué es lo que te pasa? —preguntó Massimo, interrumpiendo sus pensamientos. Su voz era grave y la miraba con intensidad—. Parece que tienes algo en mente. ¿Adónde fuiste durante el día?
La respuesta salió de sus labios antes de que pudiera detenerla.
—Fui al hospital.
El efecto fue inmediato. Massimo se detuvo, soltándola como si se hubiera quemado. Su rostro se oscureció con la preocupación.
—¿Por qué fuiste al hospital? —sus ojos se volvieron aún más sombríos en la noche oscura.
—No me siento bien —susurró ella, bajando la mirada. Sabía que estaba en problemas; su evasión no había pasado desapercibida.
—Me estás ocultando algo. Dime qué es —dijo él, su mirada penetrante haciendo que se sintiera aún más expuesta.
—No lo estoy. Solo déjame descansar —replicó Blair, intentando mantener la calma, pero su voz temblaba.
Massimo se acercó aún más, su expresión cambiando a una mezcla de preocupación y desconfianza.
—¿Cansada? No he venido a verte mucho recientemente. La última vez que te vi fue hace una semana, lo recuerdo, y tu carga de trabajo no ha aumentado. ¿Estás embarazada?
Las palabras la golpearon como un rayo.
—No, no lo estoy —respondió, aunque la duda comenzaba a carcomerla desde adentro.
—No he visto que tomes las píldoras.
Blair sintió que su mundo se tambaleaba. La presión en su estómago aumentó, como si fuera a explotar.
—Es imposible que me mires cada vez que las tomo, Massimo —dijo, intentando desviar la conversación, pero el mareo la superó.
De repente, su cuerpo se rebeló. Antes de que pudiera reaccionar, vomitó en el auto, el contenido de su estómago manchando los asientos de cuero. En medio del caos, perdió la conciencia.
—¡Conductor, desvíate al hospital! —gritó Massimo, su voz ahora llena de pánico.
Cuando despertó, Blair estaba en una sala de emergencias, el sonido de las máquinas rodeándola como un canto lejano. Massimo esperaba ansiosamente fuera de la sala. Cada latido de su corazón resonaba en su pecho mientras el médico se acercaba.
—¿Qué está pasando? —preguntó Massimo al doctor, la preocupación grabada en su rostro. Blair al otro lado de la pared podía escuchar la conversación.
—Señor, la señorita Blair sufrió vómitos y shock después de consumir postre con leche. Es muy alérgica a este tipo de alimentos —explicó el médico.
Blair se dio cuenta de que sí parecía sentir el sabor de la leche en su comida en ese momento, pero la fatiga y el hambre la consumían y lo ignoraba.
—¿Y está embarazada? —Blair se le estrujó el corazón.
Se dio cuenta de que a él ni siquiera parecía importarle el hecho de que ella estuviera entrando en shock y vomitando. A él solo le importa si ella le causó algún problema. Cada vez que la obligaban a tomar pastillas anticonceptivas, sabía que eso era lo que más le importaba a él.
—Señor, la señorita Blair no muestra signos de embarazo.
El corazón de Massimo se relajó, aunque la preocupación aún lo consumía. Finalmente, Blair fue trasladada a la sala general. El médico le dijo que debía permanecer en observación durante un día más antes de que pudieran darle el alta. Mientras tanto, Massimo se mantuvo cerca, pero había una distancia palpable entre ellos.
—Cuídate mucho —dijo él, preparándose para irse. Sus palabras eran frías, casi mecánicas.
Blair lo miró, sintiendo un nudo en la garganta. Quería decirle lo que realmente le pasaba, lo que necesitaba, pero el temor a su reacción la hizo callar. Sabía que pedirle dinero prestado sería en vano. Massimo se detuvo en la puerta, girándose para mirarla una vez más.
—Gracias por ayudarme a resolver un problema hoy. Esto es lo que hizo mi sobrino Eddie Agosti.
—Entendido, señor, esto está dentro del alcance de mis responsabilidades —respondió Blair, sintiendo que su voz se perdía en el aire.
—Sabes que la familia Agosti no puede tener ningún escándalo. Ha sido un período muy crítico recientemente —dijo él, con su tono severo.
—Entiendo, señor —murmuró.
—No lo entiendes —replicó él, con ojos helados—. He transferido la propiedad del apartamento en el que vives a tu nombre. Este es tu bono de los últimos dos años.
Blair sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies.
—¿Por qué? ¿Me vas a despedir? —preguntó, con el corazón latiendo con fuerza.
—No, porque me voy a casar —respondió Massimo, tensando la mandíbula con fuerza descomunal.
Las palabras golpearon a Blair con la fuerza de un huracán. Massimo la miró por última vez, y en sus ojos había un brillo de compasión que ella nunca había visto antes. Pero no importaba. La distancia entre ellos se había vuelto insalvable.
—¿Te vas a casar? — Blair pregunto mirando la espalda de Massimo, sintiendo que su corazón se partía en mil pedazos.
—Es cierto. Y conocerás a mi prometida pronto.
Blair miró a Massimo con una mezcla de admiración y tristeza. La noticia de su matrimonio había llegado como un balde de agua fría, pero había estado preparándose para ello, aunque no lo suficiente. Ella estaba allí, sonriendo forzadamente, mientras él le devolvía la mirada con una mezcla de frialdad y algo que ella no quería identificar.
—Felicidades por tu matrimonio, Massimo —dijo ella, tratando de que su voz sonara alegre, aunque las palabras se le atascaban en la garganta Blair sintió que su corazón latía con fuerza. La idea de vender la casa le trajo un rayo de esperanza. Si lograba hacerlo, podría usar el dinero para ayudar a Dylan, su hermano. Y esa idea, aunque frágil, le llenó de energía.
—Ya que te casarás ¿podría vender la casa? Puedo conseguir un buen precio por ella.
Massimo arqueó una ceja, sorprendido por la insinuación.
El no esperaba que quisiera vender su casa, ¿a qué viene esto? ¿Para qué necesita tanto dinero? Massimo creía que la conocía bien, no creía que ella fuera una amante de los artículos de lujo o que tuviera malos hábitos a la hora de gastar dinero. Pero él sabía que ella silenciosamente tomó tanto dinero, lo que demostraba que le faltaba dinero, y que no debería invertir ninguna emoción en una mujer a la que solo le importa el dinero. Esto es lo que siempre ha hecho. La trataba como a una empleada con la que podía tener sexo. Y pensó que ella nunca lo dejaría porque era muy sumisa.—Esta casa te pertenecerá a ti muy pronto. Puedes hacer con ella lo que quieras. —respondió, en tono firme.Para Blair, Massimo estaba a punto de casarse, y para ella, su vida personal y sus necesidades emocionales eran, sin duda, menos importantes que la vida de su hermano.Con una expresión de alivio, Blair se sintió decidida.—Voy a hacer oficial mi solicitud de renuncia pronto —afirmó, intentando que su v
“¡Volver a mi posición original, imposible!”.Las palabras de su nuevo jefe despertaron a Blair. Comparada con la prometida de Massimo, una dama famosa de la familia más poderosa, ella es solo un gusano en la alcantarilla. Necesita hacer todo lo posible para mantenerse con vida, ganar dinero y salvar la vida de Dylan. La burbuja de la fantasía amorosa ya debería haber estallado.—No, por favor no, señor, por favor deme otra oportunidad. Lo escribiré y te lo mostraré inmediatamente.[…]La propia Blair no tenía idea de cómo escribió ese párrafo y se lo envió a su nuevo jefe. Sin embargo, era evidente que comunicarse con el nuevo jefe resultaba mucho más fácil que con Massimo, así que se limitó a asentir.—Esta es la tarea que te queda hoy. Comprende tus responsabilidades laborales y escríbeme un plan de trabajo para el próximo mes.Luego le proporcionó mucha información para familiarizarla con la próxima tarea laboral, gran parte de la cual tenía que ver con mantener la imagen de marca
Por alguna razón desconocida, Massimo no la siguió al final. Blair se sintió aliviada pero un poco decepcionada. Se aferró a la pared del ascensor con los brazos y no pudo evitar llorar. El hombre que la había acusado originalmente, quería seguir, pero cuando vio a Blair llorando tan tristemente, se puso callado. Ella no dedicó mucho tiempo a elegir un conjunto de ropa de trabajo con descuento y se dirigió a la empresa.—Tenemos una nueva misión —anunció su jefe—. Pronto seremos responsables de la rueda de prensa del último proyecto de cooperación entre la familia Morelli y la familia Agosti. Tú, Blair, eres responsable de contactar a Eddie Agosti. Es el hermano menor del jefe y debes prepararle un discurso. El escándalo de esa mujer proviene de él.—Eddie Agosti no trabaja para el grupo, ¿verdad? Y no parece estar trabajando en ninguna parte. ¿Qué está haciendo aquí?—Sí, también nos sorprende que él haya tomado la iniciativa de mostrar su rostro esta vez, pero su discurso no involuc
Blair estaba muerta de nervios, aunque no lo demostró. Con el paso de los segundos estar frente a frente con la prometida de su jefe, hacía que cada fibra de su cuerpo temblara. Lauren detuvo su mirada en ella y la observó de arriba abajo. No le parecía una mujer espectacular, ni siquiera tan hermosa como lo era ella.—Srta. Morelli, yo…—Sé quién eres.—Lauren enarcó una ceja con incredulidad.—Solo que me sorprende lo obsesionado que está Massimo contigo.—¿Acaso no me odias?—Sé que eres una saboteadora potencial de mi matrimonio. Pero como vine a ti y puedes ver que estoy tranquilo, significa que te conozco lo suficiente como para saber lo que realmente necesitas. ¿El dinero, verdad? Y esto Massimo ya no te quería dar.—Lo siento por lo del Sr. Agosti.—No hay nada que disculpar. Solo quiero que me ayudes.—No entiendo lo que quieres decir.—Se niega a tener sexo conmigo y dice tu nombre en sus sueños después de quedarse dormido, ordena que vuelvas con el. —-dio una pausa—. Por lo
Blair regresó a donde estaba Eddie, quien después de haber escuchado la conversación de Blair, actuó como si no supiera nada, planeando algo en contra de Massimo. —¿Harás lo que se te pide? —insistió Blair en el asunto por el que había asistido. —Sabes, estoy enterado de la mujer que fue el otro día a la oficina —Eddie sonríe con malicia. —Fue todo un escándalo, y es por eso que debes seguir las órdenes, no hagas más grande el problema, por favor. —¿Alguien me está calumniando otra vez, diciendo que soy irresponsable por dejar embarazadas a las mujeres? Maldita sea, antes de conocerte, alguien te dijo cosas malas sobre mí.—La verdad es que es peor que esto. Tu hermano le dio 100.000 dólares para que esa mujer escandalosa guardara silencio.Blair se saltó la parte sobre los rumores de que padecía múltiples ETS, pero aun así frunció el ceño.—Imposible, pague a todas las chicas con las que me acosté en el acto. Es imposible que alguien vaya a la empresa a pedirme dinero.Blair ya n
—Mira, Massimo, te rechacé una vez, y como resultado, me empujaste por la ventana, así que supongo que estamos empatados en este caso. —Blair respondió fingiendo estar tranquila.No estaba segura de que el sí la quería, pero no iba a quedarse aquí ni un segundo más si él se negaba a reconciliarse. Cada minuto y cada segundo era una tortura. Preferiría declarar que la misión fracasó de antemano porque ella se arrepintió de verlo después de entrar en esta casa.Preferiría abrirle las piernas a Eddie Agosti una vez a cambio de pedirle dinero prestado que engañar al hombre que ella amaba, aunque no lo volvería a ver.El salvajismo en la mirada de Massimo era demasiado palpable, sin embargo, por algún motivo, se detuviera de cualquier movimiento por unos segundos, ella sintió que la tensión en el aire aumentaba.—Creo que será mejor que me vaya de aquí, disculpe señor Agosti.Tan pronto como ella se dio la vuelta, su voz sonó desde atrás.—Quédate, y te perdono.Él siempre fue así, y lo qu
En cuanto Blair reconoció aquella voz, sintió que el alma se le caía a los pies, los mareos la seguían atormentando, pero en medio de su aturdimiento, sintiendo cómo el cuerpo de Massimo la abandonaba, dejándole un vacío interno que saboreó con zozobra, pudo darse cuenta de que Lauren Morelli estaba bajo el umbral de la puerta, con un par de ojos llameantes, que los miraba a ambos, de hito en hito.La boca la sentía seca, el corazón le latía frenético a puntos de salirse de su pecho, y pese a que su visión se llegó a nublar en segundos, fue consciente de lo que estaba ocurriendo, ella había echado a perder, todo por la borda. Incorporándose lentamente, quiso escapar, salir corriendo del peligro que significaba ese encuentro. Sin embargo, debido a los efectos de la droga, no pudo hacerlo.Lamentando por dentro, que esto solo la llevaría a la ruina, algo en ella se fracturó, pensando que ahora, estas dos personas que parecían dos gladiadores a punto de la lucha, se convertirían en sus e
Después de que Lauren se había ido hecha una furia de la habitación, Blair se sintió despojada de su propia voz. La discusión había escalado rápidamente, como una tormenta que arrastra todo a su paso, y ahora, con la puerta cerrada tras Lauren, el silencio era ensordecedor. La rabia de aquella mujer, aún retumbaba en sus oídos, pero había algo más que la llenaba de confusión: las palabras que Massimo le dijo.¿Esto era real? Tal vez había escuchado mal, o al menos eso era lo que pensaba al ver a Massimo, con su presencia magnética, había estado como un faro en la tormenta. La atracción que había desarrollado por él en los últimos meses era innegable, incluso cuando ella intentaba reprimirla. Pero en ese momento, la química entre ellos se había vuelto palpable, y una parte de ella anhelaba rendirse a esa atracción, a ese deseo que había mantenido a raya.El tiempo pareció detenerse cuando Massimo comenzó a quitarse la camisa de nuevo, la mirada la mantenía fija en ella, como si pudiera