Marella se soltó de su agarre con fuerza, el eco de su respiración agitada resonando en el pasillo silencioso.—¡Sí, voy a tener un hijo de Dylan! —dijo, su tono firme, aunque sus manos temblaron cuando tocó su vientre con delicadeza—. Y me siento la mujer más bendecida de la tierra. —Su sonrisa desbordaba orgullo, pero en sus ojos brillaba una chispa desafiante—. Gracias, Eduardo, por dejarme por Glinda. ¡Me hiciste el mejor favor de mi vida, perdedor!Eduardo dio un paso hacia ella, con las manos crispadas por la frustración, pero Marella lo empujó con fuerza.—¡Te vas a arrepentir de esto, Marella! —vociferó él, su voz cargada de rabia contenida—. Tu boda por venganza se volverá en tu contra, y juro que no tendré piedad de ustedes.Ella se giró lentamente, lanzándole una mirada burlona. Luego, levantó el dedo medio, sonriendo con malicia.—¡Adiós, bastardo! —soltó una carcajada que retumbó en el aire, golpeando los nervios de Eduardo como una tormenta que se desata sin aviso.Eduard
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