Marella, Miranda y Suzy esperaban en silencio.El ambiente estaba cargado de tensión.Las tres mujeres permanecían sentadas en un rincón del hospital, con las miradas perdidas en un vacío que se llenaba de incertidumbre.Marella apenas podía contener su ansiedad, no quería que la bebé sufriera, quería que naciera sana y salva, su corazón palpitaba con fuerza mientras acariciaba instintivamente su vientre, buscando consuelo en la vida que crecía dentro de ella.Miranda, por su parte, miraba con desdén a Yolanda, quien, lejos de mostrar algún atisbo de emoción, mantenía una expresión gélida, inmersa en sus propios pensamientos.—¿Qué sabes de Eduardo? —preguntó Yolanda por enésima vez, rompiendo el incómodo silencio.Miranda suspiró, exasperada.—Ya te lo dijimos, no sabemos nada más.Yolanda apretó los labios y apartó la vista, claramente frustrada.Horas después, apareció el doctor. Su rostro mostraba una mezcla de cansancio y satisfacción profesional.—La bebé ha nacido —anunció—. Pe
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