Fermín, que siempre estaba tranquilo, empezó a ponerse nervioso, intentó cogerme la mano, pero yo lo evité y sólo agarró el aire.Tal vez nunca imaginó que un día rechazaría su tacto, Fermín se sobresaltó.Su voz temblaba ligeramente mientras hacía lo posible por reprimir su enfado.—Silvia, ¿de verdad lo has pensado bien?—Si nos divorciamos y Daniel vive conmigo, ¡no podrás volver a verle!Tenía las cejas fruncidas y el rostro inexpresivo.—Bien, en fin, no querrá verme después de que Linda sea su madre.Para mi sorpresa Daniel saltó a mis brazos llorando.—No, mamá, es que no me gusta que me restrinjas, no quiero que Linda sea mi mamá.Al fin y al cabo, yo le di a luz y, tras una larga vacilación, le cogí suavemente por los hombros.Lloró en mis brazos, y ambas manos se aferraron a mis mangas como si temiera que si me soltaba, yo desaparecería.Hacía mucho tiempo que no dependía tanto de mí y que no me dejaba tocarle.Decía:—Mami, he crecido, no me abraces tanto, me molesta.Pero a
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