Me encuentro caminando a paso firme hacia la habitación de Henry, mi padrastro. Mis pensamientos son un torbellino de inquietudes y ansias; necesito respuestas y claridad sobre la misteriosa ausencia de mi madre, quien, tras aquel sospechoso viaje de negocios, no ha regresado. La incertidumbre se ha vuelto una compañera constante, y ya no puedo quedarme de brazos cruzados.Al llegar a la puerta, contengo la respiración un momento y toco suavemente, casi con timidez. A través de la madera, su voz resonó: «Puedes pasar». Tomando fuerzas, abro la puerta de su oficina y me encuentro con Henry. Su expresión, un cruce entre sorpresa y aprehensión, me detiene un segundo. Aparentemente, él esperaba la llegada de Elena con su desayuno, no la mía.—Lucy… ¿qué haces despierta a esta hora? ¿Te caíste de la cama? —intenta bromear, tratando de restarle importancia a la situación con una sonrisa que, poco a poco, se va desvaneciendo al fijarse en mi expresión tensa.—Sabes que cuando despierto a est
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