Al despertar, me encontré tendida en mi cama, con Dana sujetando suavemente mi mano. Su rostro reflejaba una profunda preocupación, y a mi lado estaba Elena, quien sosténía un vaso de agua. La imagen de ambas en ese momento me parecía irreal.-Toma, mi niña. Es agua con azúcar. Te estabilizará un poco -me dijo Elena, su voz suave como un murmullo de aliento reconfortante. Con dificultad, traté de incorporarme y le pregunté:-¿Qué me pasó?Elena bajó la mirada, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar fueran un peso demasiado grande para ella.-La noticia te afectó tanto que te desmayaste...Un escalofrío recorrió mi cuerpo. La realidad de lo que había sucedido se apoderó de mí como una sombra pesada.-Entonces todo es real... No es una horrible pesadilla, ¿verdad? Mi madre está muerta?-Sí, cariño. Lo siento mucho, Lucy -me respondió, su tono era de una empatía profunda y sincera.Al girar mi mirada hacia Dana, noté que su brillo habitual había desaparecido; sus ojos est
Me despierto, con los ojos aún entrecerrados y una cierta dosis de somnolencia que se niega a abandonarme. A mi lado, Dana comienza a desperezarse lentamente. La luz que se filtra a través de las cortinas ofrece un tenue resplandor, un recordatorio de que el día ha avanzado sin nosotras. Intento levantarme de la cama, pero en cuanto mis pies tocan el suelo, una extraña sensación me invade; el piso parece moverse en todas direcciones, como si estuviera sobre aguas turbulentas. La marejada de confusión me ancla en su lugar, y no puedo evitar que un leve estremecimiento recorra mi cuerpo.- D.a...na - murmuro, aunque mis palabras se sienten torpes y poco claras, como si mi lengua luchara por encontrar su camino.La vislumbro a mi lado, luchando también contra la pesada bruma del sueño. Con cuidado, me acerco y ayudo a colocar sus aparatos auditivos. Dana, al notar mi esfuerzo, me dirige una mirada de complicidad y, con su delicada habilidad, comienza a comunicarse en lenguaje de señas.
Dormía plácidamente, sumida en un profundo sueño, cuando un sonido inesperado perturbó mi descanso. Era un susurro tenue, casi imperceptible, que se colaba entre los hilos de mis sueños.-Está mintiendo... El eco de esta frase resonaba en mi mente, inquietante y desconcertante.-Lucy, encuentra la verdad...Dios mío, ahora escucho voces. No es suficiente con todo lo que tengo que lidiar; ahora, además, hay susurros en mi cabeza. Esa sensación de desesperación se apoderó de mí. Mientras reflexionaba sobre la situación, la idea de que podía estar volviéndome loca me aterraba. Quizás debería decírselo a papá, confesarle que en mi mente se desata un caos. No quiero que me internan en un psiquiátrico. La verdad es que no sé qué es más aterrador: la posibilidad de perder el control o enfrentar los secretos que se ocultan tras mi reciente pérdida.La muerte de mi madre fue un golpe devastador, una noticia que llegó de improviso y que sacudió mis cimientos. Es posible que todavía esté en sho
Me encontraba en aquella inmensa cama, sentada en el borde, sumida en un torbellino de pensamientos que volaban a mil por hora. La vida, tan tranquila y predecible hasta hace poco, había cambiado de forma drástica y dolorosa en cuestión de semanas. La noticia de la muerte de mi madre aún resonaba en mi mente, como un eco persistente que se negaba a desvanecerse en el aire. Sin embargo, había algo en mí, una pequeña chispa de incredulidad, que se aferraba a la idea de que esa realidad no podía ser cierta. A veces, el dolor se manifiesta de maneras extrañas, y esta negación parecía ser mi defensa ante el abismo que se presentaba ante mí. Desde su partida, Henry, mi padrastro, había estado comportándose de una manera que me resultaba desconcertante. Los momentos que compartíamos solían ser distendidos y agradables, pero ahora había una distancia tangible entre nosotros. Era como si un velo oscuro hubiera cubierto nuestra relación, creando una barrera que ni él ni yo parecíamos dispuesto
La dolorosa historia de la vida de mi madre resonaba en mi mente como un eco incesante. Cada recuerdo, cada instante compartido, se entrelazaba con un profundo sentido de pérdida y nostalgia. A pesar de los caminos que tomamos en la vida, siempre había un hilo invisible que nos unía, un lazo irrompible que, en momentos como este, se hacía más evidente que nunca.Después de un largo rato en la ducha, decidí salir. Enrrollé una toalla seca alrededor de mi cuerpo y, con pasos lentos, salí del baño. Busqué en mi maleta y, casi de forma automática, seleccioné la primera prenda que encontré. Cuando levanté la vista, vi a Danna sentada en uno de los cómodos sillones de la habitación, con la mirada perdida en un vacío que parecía devorarla. Su tristeza era palpable, y me partía el corazón ver a mi hermana así. La muerte de nuestra madre nos había golpeado de manera devastadora, dejando una herida que, aunque intentáramos ocultar, nunca sanaría por completo.La luz del día comenzaba a desvanec
Era temprano en la mañana cuando comenzamos a empacar nuestras cosas para regresar a casa. Papá nos había ofrecido quedarnos una semana más, o incluso dos, pero tanto Dana como yo sabíamos que lo mejor era regresar. La idea de pasar más tiempo en aquel hotel cerca de la playa, donde cada rincón traía consigo recuerdos imborrables de mamá, nos resultaba difícil de aceptar. La nostalgia pesaba sobre nuestras almas como un manto oscuro.Al llegar a casa, comenzamos a deshacer las maletas y ordenar la ropa. Después de un rato, decidimos refugiarnos en mi habitación, donde cerraríamos la puerta y nos sumergiríamos en maratones de películas. Así pasamos las dos semanas siguientes. Papá había tomado ese tiempo como vacaciones, pero de alguna manera, su presencia seguía siendo tan ausente como siempre. La mayor parte de su tiempo lo pasaba encerrado en su habitación o en la oficina, sumido en el trabajo, dejando a Dana y a mí solas con nuestros pensamientos y nuestros recuerdos.Durante esas
El sonido estridente de la alarma me despertó abruptamente, sacándome de un sueño que, por más extraño que resultara, se sentía increíblemente real. En aquel mundo onírico, me encontraba perdida en un denso bosque, corriendo con los pies descalzos sobre la hierba fresca. Cada zancada era un recordatorio de la incomodidad que causaban las pequeñas piedras y ramas que se incrustaban en mis pies, un dolor que se intensificaba con cada paso que daba. Eran momentos de pura adrenalina, llenos de miedo, aunque la razón de mi fuga seguía siendo un misterio. Miraba constantemente hacia atrás, mis sentidos alertas a cualquier sonido que pudiera delatar la presencia de mi perseguidor. Lo único que lograba vislumbrar era la sombra de un hombre alto que se acercaba, siempre veloz y oscuro, pero su rostro permanecía oculto, como un enigma envuelto en penumbra. La sensación de angustia me oprimía el corazón, un terror paralizante que no comprendía del todo.El abrupto final de la pesadilla llegó co
Me encontraba sumida en mis pensamientos, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Un torbellino de emociones ocupaba mi mente. Hace apenas unas semanas, había esparcido las cenizas de mi madre en el mar, un acto que, aunque doloroso, me había brindado un cierre. Pero hoy, la noticia que había recibido me dejaba en estado de shock: ella estaba viva. La incredulidad me empujó a realizar un gesto casi instintivo; presioné suavemente mi brazo, como si necesitara el pellizco de la realidad para darme cuenta de que no estaba soñando.En medio de esa confusión, la voz de la enfermera rompió el silencio:-Señorita, ¿está lista para entrar?En ese momento, un mar de dudas me recorrió. ¿Realmente estaba preparada para enfrentar lo que pudiera hallar dentro de aquella habitación? La incertidumbre me envolvía, y una serie de preguntas asaltaban mi mente. ¿Era realmente mi madre la persona a la que iba a encontrar? Todo parecía un sueño extraño, una cruel broma del destino. Pero, por otro l