La dolorosa historia de la vida de mi madre resonaba en mi mente como un eco incesante. Cada recuerdo, cada instante compartido, se entrelazaba con un profundo sentido de pérdida y nostalgia. A pesar de los caminos que tomamos en la vida, siempre había un hilo invisible que nos unía, un lazo irrompible que, en momentos como este, se hacía más evidente que nunca.Después de un largo rato en la ducha, decidí salir. Enrrollé una toalla seca alrededor de mi cuerpo y, con pasos lentos, salí del baño. Busqué en mi maleta y, casi de forma automática, seleccioné la primera prenda que encontré. Cuando levanté la vista, vi a Danna sentada en uno de los cómodos sillones de la habitación, con la mirada perdida en un vacío que parecía devorarla. Su tristeza era palpable, y me partía el corazón ver a mi hermana así. La muerte de nuestra madre nos había golpeado de manera devastadora, dejando una herida que, aunque intentáramos ocultar, nunca sanaría por completo.La luz del día comenzaba a desvanec
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