Cuando el auto de Alejandro se detuvo frente a la Mansión Ferrer, Margaret bajó con una sonrisa triunfal. Alejandro, en cambio, parecía sumido en sus pensamientos.Apenas cruzaron la puerta, Isabela los recibió con una expresión amable pero inquisitiva.—¡Hola, Isabel! —dijo Margaret con entusiasmo, acercándose para saludarla.—Hola, cariño —respondió Isabela con una sonrisa cortés, aunque su mirada se posó de inmediato en su hijo—. Dime, cómo está mi nieto? ¿Cómo salió el ultrasonido?Margaret, emocionada, tomó la mano de Isabela y la colocó sobre su vientre.—Está perfectamente bien. La doctora dijo que todo está en orden y que es un varón. ¡Tu nieto es fuerte y se mueve mucho!—Un niño… —susurró Isabela, visiblemente emocionada—. Qué bendición.Volvió la mirada hacia Alejandro, pero este seguía inexpresivo, como si su mente estuviera en otro lugar.—¿Y tú, hijo? —preguntó con suavidad—. ¿No estás emocionado?Alejandro levantó la vista, saliendo de sus pensamientos.—Sí… claro —resp
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