Al día siguiente, Alejandro despertó temprano. Se giró levemente y observó a Camila aún dormida, con su cabello desordenado sobre la almohada y su respiración tranquila. Por un momento, se quedó viéndola en silencio, sintiendo algo extraño en su pecho, algo que no quería analizar.Sacudió la cabeza, se levantó sin hacer ruido y entró al baño.Cuando salió, Camila ya estaba despierta, sentada en la cama y frotándose los ojos con pereza.—Buenos días —murmuró con voz adormilada.Alejandro, que ya estaba abrochándose la camisa, le dedicó una mirada rápida.—Buenos días.Se puso la chaqueta y se dirigió a la puerta, pero antes de salir, Camila le preguntó con curiosidad:—¿No vendrás a almorzar?Él hizo una pausa, pero sin girarse.—No.Su respuesta fue cortante, sin dar explicaciones. Y antes de que Camila pudiera decir algo más, Alejandro salió de la habitación sin mirar atrás.Ella se quedó sentada en la cama, sintiendo un vacío inexplicable. Suspiró, abrazándose las piernas.—Siempre
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