Darwin.—No quiero que esto se mal entienda —expresó Jay Raiko, uno de mis oponentes, esta mañana.Allí, en un bar privado, mientras él tomaba con una patética elegancia su whisky, y yo, reacio a beber alcohol, sorbía de vez en cuando una bebida energizante.Me sentía tan hecho papilla que, a ese momento, ya iba por la cuarta lata de energizante; me mantenía más ansioso de lo normal, y más propenso a irritarme, pero también con los ojos bien abiertos y los pensamientos funcionando con más efectividad.Por ello hasta el tipo me había caído bien, después de todo, estábamos hablando de un buen trato.—No lo hace, querido Raiko —al decirlo, pensé que me escuchaba como papá así que dejé de sonreír—. Es para mí un placer que entre ambos candidatos, me hayas escogido a mí.—Owen es demasiado pretencioso para mí gusto. —Dejó su vaso a un lado para inclinarse sobre la barra—. La cuestión es, Baker, que para que logre convencer a mi gente, tienes que comenzar a involucrarte en lo mismo que yo,
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