El reloj en la oficina marcaba las tres de la tarde, y Estuardo apenas había hecho un avance en el interminable trabajo que lo rodeaba. Las pilas de documentos apilados en su escritorio parecían haber crecido desde la mañana, y el zumbido constante de su teléfono lo tenía al borde del agotamiento.Pero, por más que intentara concentrarse en el trabajo, su mente volvía invariablemente a Sofía, a su esposa, y a la inestabilidad que marcaba su matrimonio. Se sentía decidido a arreglar las cosas, a convertir su matrimonio en algo genuino, y recuperar la cercanía que parecía haberse desvanecido entre ellos.De repente, el sonido insistente de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla, donde el nombre de Nora parpadeaba. Estuardo exhaló, cansado. No quería hablar con ella, mucho menos ahora que había decidido enfocarse en su matrimonio. Sin dudar, apagó el teléfono, cortando la llamada.No bien había vuelto a sus documentos, Amanda, ingresó a su oficina. Él levantó la vista
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