Sofía estaba sentada en el borde de la cama cuando escuchó el suave golpeteo en la puerta. Recibió una caja adornada con cintas doradas. Dentro había una tarjeta con el nombre de Mirna, su suegra. Suspiró y, finalmente, retiró la tapa. Dentro, entre hojas de papel de seda, estaba un vestido. Un diseño clásico, elegante y extremadamente caro, pero al sacarlo del empaque, Sofía frunció el ceño. El corte era rígido, anticuado, y aunque el color marfil le hubiera sentado bien a cualquier mujer, no era lo que tenía en mente para la ocasión.Se quedó mirándolo un par de segundos, indecisa, cuando Priscila, la sirvienta, entró en la habitación con pasos silenciosos. Al notar la expresión de Sofía, se detuvo.—¿Algo no está bien, señora Sofía? —preguntó Priscila.Sofía levantó el vestido, mirándolo con desdén.—Es este vestido, Priscila. Mi suegra lo envió, y aunque estoy segura de que tiene las mejores intenciones... no estoy convencida —dijo, dejando caer la tela sobre la cama. Miró a P
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