Cada vez que se movía me miraba con lujuria, arqueé la espalda conteniendo los gemidos. Me pasó el pulgar por los labios, lo mordí suavemente. Cuando empezó a aumentar su ritmo todo a mi alrededor empezó a oscurecerse, una vez más todo dejó de existir, sus labios rozando mi piel, su mano sobre mi pecho, su fuerte brazo sosteniéndome, su lengua dejando un camino húmedo sobre mis pezones. Con cada empuje los movimientos se hacían más rápidos, más intensos, más bruscos. Enterró su cabeza en mi cuello con sus labios apretados. En algún momento me llevó a la cama, puse las manos en su pecho, por un momento se desconcertó.—Quiero montar a tu dragón —mordí su labio inferior.Él sonrió con suficiencia. Se sentó en el borde de la cama abriendo un poco las piernas, sonrió malvadamente, bajó la mirada.—Todo tuyo. Me senté encima, levanté la cadera rozando mi humedad por su miembro, frotándolo. Alan cerró los ojos y se echó hacia atrás apoyándose en las manos, intentó mover su cadera, pero no
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