El llanto del bebé duró solo un instante, pero fue suficiente para hacer que me irguiera en el sofá y fijará toda mi atención en la puerta. A diferencia de mí, Adam no le prestó atención, se acomodó el traje y entró al baño un momento.Cuando salió, vino a mí. Pero a diferencia de hacía solo unos instantes, su expresión era serena y sus ojos, castaños, inmutables.—Te veré por la noche —me envió a casa.Tras un rápido beso en la coronilla, salió de inmediato de la oficina, como sí tuviera prisa. Cuando la pesada puerta se cerró tras él, yo me apresuré a guardarme las rotas medias en la bolsa y me alisé el vestido con manos ansiosas. Salí solo 1 minuto después de Adam, pero ya no lo encontré.Solo estaba su asistente Julieta en su lugar de trabajo. Junto a ella, había una puerta grande de doble hoja, con un letrero al costado que decía SALA DE JUNTAS PRESIDENCIAL.Sin saber cómo proceder, le sonreí a la chica. En mi cabeza, aún podía oír el eco del llanto de ese bebé.—¿Se demorará dema
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