Charlotte—¡Levántate! Nos vamos —me dijo Dorian, agarrándome del brazo. —¿¿Para dónde nos vamos, Dorian?? —me levanté del suelo llorando. —Vamos a tu mansión. Ahora viviremos allí, todos juntos con tu madre. Y mucho cuidado con mentir o hacer algo que la haga sospechar de mí, porque te juro que con las dos acabo. ¿Me entendiste? —¡Eres un maldito miserable! —me lancé sobre Dorian y comencé a golpearlo, pero él, en medio de su burla, solo me agarraba los brazos con fuerza, haciéndome daño. —Así luches, ya no tienes nada que hacer, preciosa. ¡Eres mía! —me dejé caer, sintiéndome impotente y culpable en medio de mi llanto. Finalmente, sin más sentimiento que la resignación, me levanté y caminé a su lado. Él nunca dejó de amenazarme, y lo peor era que parecía haber planeado todo esto durante mucho tiempo; cada uno de sus movimientos estaba fríamente calculado. Cuando llegamos a la mansión Feldman, aunque tenía los ojos hinchados y no lucía bien, mi madre, al verme, pensó que estaba
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