El almuerzo continuó en un silencio incómodo. Aunque la conversación había retomado un curso más ameno gracias a los intentos de Jules y Pauline por desviar el tema, la tensión seguía allí, flotando sobre la mesa como una tormenta contenida. Sophia podía sentir el peso de la mirada de Claire sobre ella, evaluándola, midiendo cada uno de sus gestos.Thomas, por su parte, no había vuelto a mencionar el tema. Comía en silencio, pero su mandíbula estaba tensa y su postura rígida, como si todavía estaba manteniendo el impulso de volver a discutir con su madre.Xavier, ajeno a la complejidad de los adultos, seguía hablando con entusiasmo. Pero llegó un punto en el que, hasta incluso Xavier con su alegría normal, se llamó al silencio cuando descubrió que ni Sophia, quien siempre le prestaba atención, no estaba siguiendo el hilo de la conversación.—Papá, ¿puedo ir a jugar con los primos después? —preguntó, con la boca llena de pan.—Primero, no hables con la boca llena —respondió Thomas, su
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