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Todos los capítulos de La Esposa sumisa. Ya no más: Capítulo 101 - Capítulo 110
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CONSEJOS PARA UN IDIOTA ENAMORADO
RyanEl aire frío me recibió cuando salí del auto, con Dayana sosteniéndome del brazo como si estuviera hecho de cristal. Mis pulmones protestaron al inhalar, y un leve ardor en la garganta me recordó que no estaba al cien por ciento. Aunque no iba a admitirlo, agradecía que ella estuviera allí; me ayudaba a disimular lo mucho que tambaleaba.—¿Estás seguro de que no necesitas ayuda para subir las escaleras? —preguntó cuando llegamos a la entrada del edificio, su tono a medio camino entre preocupación y burla.—Estoy seguro de que podría subirlas saltando en un pie, pero no quiero arruinar tu espectáculo —respondí, sonriendo. Su risa fue como un pequeño premio a mi sarcasmo —miré los escalones que llevaban al lobby del "Golden" jamás había reparado en la cantidad, ¿eran ideas mias o cada escalón era enorme? los conté mientras los subía con esfuerzo; siete escalones, nunca los había contado.Mientras el elevador nos llevaba al piso de Devon Dyana me ponía al dia con los último aconteci
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UN NUEVO RUMBO
CristhianSubí al auto y cerré la puerta con un golpe más fuerte de lo necesario. Aún podía escuchar las palabras de Ryan resonando en mi cabeza como un eco persistente: "La vida te está dando una nueva oportunidad. Sólo tienes que aprovecharla."Encendí el motor, y mientras el rugido del motor llenaba el silencio, me recargué contra el respaldo del asiento, dejando escapar un suspiro. Nunca había considerado ver todo esto como una oportunidad, pero tal vez él tenía razón. Quizá podía recuperar a Sarah. No a Rubí, la mujer calculadora y sensual que había conocido en los últimos meses, sino a Sarah, la persona que alguna vez había sido mi esposa. Una parte de mí no podía evitar preguntarse si éramos capaces de un nuevo comienzo, si yo era capaz de reivindicarme.Manejsin rumbo claro por algunos minutos, perdiéndome en los juegos de luces y sombras que proyectaban los faroles sobre el parabrisas. Finalmente, el sentido de responsabilidad me empujó a tomar un rumbo definido: la comisarí
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EXPUESTA
ElenaEstaba sola. El eco de la puerta cerrándose detrás de Cristhian aún resonaba en mi cabeza, como si el mundo entero hubiese decidido aplastarme en ese instante. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo podía simplemente darme la espalda después de todo lo que hice por él? Mi pecho ardía de rabia, mis manos temblaban, y una sensación abrasadora subía desde mi estómago hasta mi garganta. No podía contenerlo más. Un grito salió de mi boca, desgarrador, inhumano, lleno de una furia que necesitaba escapar o consumiría todo mi ser.Agarré el primer objeto que encontré, un marco con una foto de nosotros dos, y lo lancé con todas mis fuerzas contra la pared. El vidrio se hizo añicos, igual que mi paciencia. Luego vino la lámpara de la sala, las flores artificiales que había comprado para decorar el lugar, incluso un estúpido libro que él nunca había leído. Todo volaba por el aire mientras mi respiración se volvía cada vez más errática.—¡Maldito seas, Cristhian! —grité, sintiendo cómo mi garganta ardía,
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UNA LLAMADA AL CIELO
La mansión Vandervert me recibió como un animal herido, con sus ventanales rotos y las paredes cubiertas de grietas como cicatrices mal curadas. La imponencia de antaño seguía allí, pero vestida de abandono. Caminé despacio por el camino principal, esquivando las ramas secas que se amontonaban como si nadie hubiera barrido en años. Zackary me sujetaba la mano, mirando curioso, pero en silencio. El eco de mis propios pasos parecía burlarse de mí.Cuando abrí las puertas principales, el rechinar fue tan agudo que Zackary retrocedió un paso. Un olor rancio, mezcla de humedad y polvo, llenó mis pulmones. La sala principal, donde antes se celebraban cenas lujosas y reuniones con figuras importantes, estaba ahora vacía, con muebles cubiertos por sábanas manchadas. —¿Cómo es que Richard podía vivir aquí?—, murmuré. Zackary no respondió; sus ojos estaban fijos en un cuadro torcido de Richard Vandervert.Me pasé el día inspeccionando las habitaciones. Cada espacio era un recordatorio de lo que
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¡POR NUESTRO HIJO!
La voz de Sarah en el altavoz era un eco que parecía llenar toda la habitación, pero para Zackary y para mí, era mucho más que eso: era un milagro. Cuando dijo: —Sí, soy yo, mamá, ¿cómo estás, hijo? —sentí un nudo en el estómago. No esperaba que fuera tan directa, tan vulnerable.Zackary soltó un grito emocionado. —¡Mamá! Te extraño mucho, por favor, vuelve.Hubo una pausa al otro lado de la línea. Yo sabía que Sarah estaba llorando incluso antes de escuchar el leve sollozo que escapó de su garganta. Su voz era un susurro cuando respondió: —Yo también te he extrañado, cariño, te he extrañado tanto.Zackary, siempre inocente, siempre lleno de esperanza, preguntó: —¿Diosito te puede dar permiso para bajar unos días del cielo y venir a verme?Mis ojos se llenaron de lágrimas, y mi pecho dolía como si algo dentro de mí se rompiera. Quise decir algo, pero las palabras no salieron. Sarah, entre sollozos, dijo: —Está bien, iré a verte. Pero debes saber algo: cuando me veas, tendré un rostro
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PIEL FRIA
CristhianDejé a Rubí y a Zackary en la sala, cruzando apenas unas palabras antes de excusarme. Sentía que aquel momento no me correspondía, que debía ser ella quien enfrentara la verdad. Zackary merecía escuchar de sus labios que ella era su madre, pero yo no podía ser parte de eso. Tenía que salir de allí.Mi primera acción fue buscar mi teléfono. Intenté llamar a Elena, pero cada intento resonaba con un silencio desesperante. Su buzón de voz era la única respuesta, y con cada tono que no contestaba, una presión creciente me comprimía el pecho. Algo no estaba bien.Subí al auto y conduje hacia su departamento. El sol brillaba intensamente, pero la luz no alcanzaba a calmar la oscuridad que sentía dentro de mí. Mientras avanzaba, mi mente divagaba en recuerdos. ¡Cómo olvidarlo! Hacía muy poco, Elena había tenido aquel accidente que casi le costó la vida. Estuve a su lado en el hospital, rogando al destino que me permitiera mantenerla en mi vida. Pero esta vez... esta vez era diferent
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EL DOLOR DE LA SANGRE
SarahNunca imaginé que el dolor pudiera ser tan agudo, tan presente en cada respiración. Pero ahí estaba, en la habitación de Zacky, jugando con él, sintiéndome tan aliviada como nunca antes. Había hecho lo que temía desde que regresé: decirle la verdad. Zacky había aceptado todo con una dulzura inquebrantable, sin preguntas, sin reproches, solo con una alegría pura de niño que creía que todo iba a estar bien, como si la vida, de alguna forma, decidiera darle un respiro a este caos que ha sido mi existencia.Le mostré las fotos de las cirugías, las evidencias de lo que había tenido que hacer para cambiarme, para convertirme en Rubí. Le expliqué, con calma, que había tenido que ocultarme porque un hombre muy malo quería hacerme daño, en eso había un poco de mentira y un poco de verdad. Zacky me miraba como si lo entendiera todo.Me sentía libre por primera vez en tanto tiempo. Al fin podía estar con Zacky libremente, no como Rubí, la amiga de papá sino como lo que realmente era; su ma
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SIN FUNERAL
CristhianHabía algo aterrador en el hecho de que mi vida continuara, como si nada hubiera pasado, mientras la muerte de Elena se asentaba en mi pecho como una piedra helada. El día había comenzado con la audiencia de mi padre, Richard, y ya sabía que todo iría de mal en peor. No podía imaginarlo, pero estaba allí, con su mirada desafiante, como siempre, mirando a todos como si fuéramos una simple molestia que necesitaba ser eliminada. La sala estaba cargada de tensión, las caras de los abogados, el juez, todos temblaban con la gravedad de las palabras que se decían, pero yo... yo solo podía pensar en el vacío que se había formado dentro de mí, en la muerte de Elena, en el hecho de que nunca más la vería.El abogado de la promotora habló con calma, casi con frialdad, pidiendo que no se le concediera fianza a mi padre, que el riesgo de fuga era demasiado alto. Me dio escalofríos pensar que un hombre como él, que había jugado con la vida de tantos, aún pudiera salirse con la suya, aún t
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CAMBIO DE PLANES
Kiara La tarde había sido cálida, pero sin llegar a ser calurosa. El aire suave se deslizaba entre los viñedos que rodeaban la mansión, mientras yo me recostaba en una silla de mimbre, disfrutando del vino que tenía en la copa. Cada sorbo era una pequeña victoria, una recompensa por lo que había logrado. Miré mi móvil una vez más, repitiendo el video de la noticia. Elena estaba muerta, y no podía evitar sonreír al ver cómo todo se había dado aun mejor de lo que había planeado. Lo había hecho, y como bono extra nmi juego había sido más efectivo que el de Xavier, una vez más. No podía dejar de ver el video. Repetirlo una y otra vez me daba una satisfacción profunda, casi visceral.—Es perfecto —murmuré para mí misma, saboreando el vino. La sonrisa no se borraba de mi rostro. Estaba más que satisfecha aunque algo en mí deseaba haber jugado un poco más con Elena antes de que todo terminara. Pero, en fin, había logrado lo que me había propuesto, como de costumbre, resproduje el video de l
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SEÑORA PRESIDENTA
SarahHan pasado cincuenta y seis días desde que mi verdad salió a la luz. Cincuenta y seis días desde que Sarah Blacke resurgió de las cenizas, y se enfrentó a los fantasmas del pasado. Estos días han transcurrido de forma inquietantemente normal, como si la revelación de mi identidad y todo lo que ello conllevó no hubiera destrozado los cimientos de la familia Vandervert.Aquí estoy, en la mansión en la que crecí como la hija de una sirvienta, el lugar en el que me hicieron sentir el ser más insignificante del mundo, algunos rincones todavía evocan recuerdos aunque me he empeñado en cambiar todo; el color de las pareces, el piso, las cortinas, los muebles... puedo engañar a todo el mundo menos a mí misma, sé bien dónde estoy.—Esto no cambia nada, Cristhian —le dije la primera noche, mientras me instalaba en una de las habitaciones vacías. Su mirada estaba cargada de una mezcla de esperanza y desolación.—Lo sé —murmuró—. Pero gracias por estar aquí. Por él.Le dejé claro que no pod
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