Rafael condujo como un poseído hasta el hospital, sin apartar la vista de Aimé, pálida y apenas consciente en el asiento junto a él. El trayecto pareció eterno, y la ansiedad le apretaba el pecho hasta casi ahogarlo. Finalmente, al llegar, salió del auto y, sin perder un segundo, la levantó en brazos, ignorando el dolor de sus músculos y la sangre que manchaba su ropa.Los enfermeros, al ver su desesperación, corrieron hacia él con una camilla. Sin dejar de abrazarla, Rafael depositó a Aimé suavemente sobre la camilla mientras sus ojos no dejaban de buscar los suyos, esperando ver una señal de vida, un gesto que le indicara que aún estaba allí, luchando.—¡Aimé, resiste, por favor! —le susurró, su voz quebrándose al pronunciar su nombre.Sin embargo, su camino fue bloqueado de pronto por una enfermera, que le pidió que esperara mientras llevaban a Aimé a urgencias.—Señor, necesitamos hacerle unas preguntas —le dijo la enfermera, con tono firme pero comprensivo.Rafael, con la mirada p
Leer más