Finalmente, llegó la hora de la cena. Los invitados, socios y conocidos influyentes de Giovanni, ya estaban acomodados en el comedor principal, disfrutando de la exquisita cena. Giovanni, como siempre, estaba en su asiento habitual al final de la larga mesa de roble, su mirada severa recorriendo a los presentes. Nadie osaba hacer ruido innecesario o hablar más de lo permitido bajo su escrutinio.Cuando el plato principal fue presentado, el chef hizo su entrada con una teatralidad evidente.El murmullo de aprobación que comenzó a recorrer la mesa sorprendió incluso al chef, quien, al principio, había temido que el platillo no alcanzara el nivel de excelencia que se esperaba. Sin embargo, las exclamaciones de los invitados, diciendo que era lo mejor que habían probado en mucho tiempo, lo hicieron cambiar de opinión rápidamente.—Espero que el coq au vin esté también a su gusto, señor —dijo, inclinándose ante Giovanni con una falsa humildad que no pasó desapercibida—. Me esforcé mucho e
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