CAPÍTULO 80: EL LEGADO PERDIDO (II) Liana se detuvo frente a la puerta de la habitación de Artem. Había decidido ir a buscarlo después de dudar en el estudio, pero ahora que estaba allí, su corazón latía desbocado. Tocó suavemente la puerta, pero nadie contestó. Tragó saliva y, sin hacer ruido, la abrió lentamente. Lo vio, tumbado en la cama, profundamente dormido. Se quedó paralizada un instante, su pecho lleno de emociones contradictorias, desde la rabia hasta una atracción que no podía negar. Cerró la puerta sin hacer ruido y caminó hacia él lentamente. Sus ojos recorrieron cada detalle de su rostro. Dormido, Artem parecía vulnerable, sus rasgos relajados, su respiración tranquila. Se sentó a su lado, sin poder evitarlo, y lo tocó. Sus dedos acariciaron con suavidad su rostro, delineando sus pómulos, bajando hasta sus labios, esos labios que tantas veces la habían hecho perderse. De repente, Artem abrió los ojos y, antes de que Liana pudiera reaccionar, él la tomó de las muñecas
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