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Todos los capítulos de Hija de la luna : Capítulo 41 - Capítulo 50
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Capítulo 41: Confesiones al amanecer
Después de hablar con Lucian volví a la habitación, me acurruque una vez más con Emily entre mis brazos.★EmilyDesperté con una extraña sensación de calidez envolviéndome, como si alguien me estuviera protegiendo del frío del amanecer. Tardé unos segundos en orientarme, con mis ojos parpadeando contra la tenue luz. Al girar la cabeza, me encontré con el rostro de Arthur, su expresión era tranquila mientras dormía. Su brazo me rodeaba con fuerza, como si, incluso en sus sueños, no quisiera dejarme ir.La calidez de su abrazo era reconfortante, familiar. Sin embargo, había algo inquietante en la forma en que su cuerpo se tensaba contra el mío, como si una parte de él siempre estuviera lista para luchar. Con cuidado, deslicé mi cuerpo fuera de su alcance, tratando de no despertarlo. Arthur se movió un poco, pero no abrió los ojos, su brazo cayendo pesadamente sobre la cama.Al incorporarme, me di cuenta de que la cama estaba más vacía de lo que esperaba. El niño no estaba allí. Mi coraz
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Capítulo 42: Protección
Me senté junto a Arthur en la cama, mis dedos jugueteaban con el borde de la sábana mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Había tanto que necesitaba decirle, y no sabía por dónde empezar. Pero sabía que no podía esperar más. El niño dependía de mí, y yo había prometido protegerlo.—Arthur... —comencé, en un susurro—. Hay algo que debes saber sobre el niño.Él giró su cuerpo hacia mí, con sus ojos verdes enfocándose en los míos, y en su mirada vi preocupación mezclada con una especie de sospecha. Arthur siempre había sido protector, pero ahora, esa protección estaba teñida de algo más: una precaución que no podía ignorar.—¿Qué sucede? —preguntó, su voz era firme pero tranquila, como si ya supiera que no le gustaría lo que estaba a punto de escuchar.Tomé aire profundamente antes de soltar la verdad.—El niño… me dijo que su padre es Alaric. Y que escapó porque Alaric mató a su madre hace unos días.Arthur se quedó en silencio, procesando la información. Su mandíbula se tensó,
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Capítulo 43: La tormenta que arrasa todo
Estaba cansado. Cansado de las peleas, de las traiciones, de las miradas desafiante, de las decisiones que siempre cargaban con el peso de la vida o la muerte. Pero no podía permitir que mis pensamientos nublaran el trabajo que tenía que hacer. La amenaza de Alaric era real, y sabía que estaba esperando el momento exacto para hacer su jugada. Así que, después de la charla con Emily, decidí poner en marcha lo que había comenzado. El aquelarre necesitaba estar listo. Necesitábamos entrenar, fortalecer nuestras habilidades, y asegurar que nadie pudiera tocarnos.Los brujos, los magos, los hechiceros… Todos temían lo que Alaric era capaz de hacer. Y yo, como líder, debía ser el primero en garantizar que eso no sucediera. Que nada ni nadie pudiera desafiar el poder que teníamos.El viento del atardecer soplaba con fuerza mientras observaba a los miembros del aquelarre practicar su magia en el campo de entrenamiento. Los veía, moviendo sus manos con destreza, emitiendo hechizos y realizando
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Capítulo 44: Furia en la sombra
El campo de batalla estaba teñido de rojo. La sangre de mis enemigos manchaba la tierra, mezclándose con el olor a fuego que llenaba el aire. Observé a mi alrededor, y aunque algunos de mis aliados aún luchaban, la victoria ya estaba sellada. Sabía que nada ni nadie se interpondría entre nosotros y nuestro objetivo, porque yo no lo permitiría. La muerte me rodeaba, y no había nada más satisfactorio que eso.Después de que Emily fue salvada por ese enorme lobo, ella continuó luchando, implacable, feroz, como siempre. Esa mujer podía ser tan terca que, a veces, hasta me irritaba su determinación. Pero hoy, más que nunca, estaba agradecido de tenerla de mi lado. A pesar de su fuerza, no podía evitar preocuparme por ella. Aunque confiaba en sus habilidades, mi prioridad era protegerla. No porque creyera que no podía cuidarse sola, sino porque su seguridad significaba todo para mí.Uno de los renegados intentó huir al ver que Emily estaba cubierta de la sangre de sus enemigos. Corrí tras é
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Capítulo 45: Bajo la lluvia de sombras
★ EmilyLa ira ardía en mi interior, implacable. A cada paso, su nombre, Leonidas, resonaba como un eco afilado, un recordatorio de todo lo que me arrebató. Ese hombre… no, ese alfa. Apenas había sido una sombra en mi vida, un fantasma opresivo marcado por la traición y el abandono. No deseaba conocerlo, y mucho menos entender sus razones. Sin embargo, ahí estaba, irrumpiendo en mi mundo como si de repente creyera tener algún derecho sobre mí."Leonidas." Padre. La palabra me resultaba ajena, vacía, como un concepto que nunca tuvo sentido. ¿Cómo llamarlo así? Él había dejado a mi madre sola, destrozada, sin mirar atrás. Ni siquiera tuvo la decencia de mantenerse alejado cuando ya no había lugar para él. Por su culpa, crecí sin madre y sin una infancia que pudiera recordar con algo de ternura. Esa ausencia aún dolía, era una herida que intentaba ignorar, pero que siempre estaba ahí, ardiendo bajo la superficie. Su sola presencia ahora era un recordatorio cruel de todo lo que me fue neg
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Capítulo 46: Entre la piel y el alma
La habitación estaba en penumbra y el aire estaba cargado de humedad, con el aroma de la lluvia que caía afuera envolviéndolo todo. Arthur estaba sentado al borde de la cama, con sus ojos fijos en mí mientras yo terminaba de secarme el cabello con una toalla. Su mirada era intensa, como si quisiera devorarme con cada parpadeo, pero también había algo más: esa mezcla de deseo y protección que siempre parecía arder en él.—Ven aquí —ordenó, con voz ronca, pero con una dulzura contenida.No era una petición, y lo sabía. Me acerqué despacio, sintiendo cómo su mirada recorría cada centímetro de mi cuerpo, deteniéndose en las gotas de agua que aún se deslizaban por mi piel. Cuando estuve lo suficientemente cerca, él se levantó y se plantó frente a mí.—Eres tan... —murmuró, dejando la frase inconclusa mientras pasaba sus manos por mis brazos. Sus dedos eran cálidos, fuertes, y su toque me hizo estremecer.—¿Qué soy? —pregunté con un pequeño atisbo de diversión, tratando de aliviar la tensió
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Capítulo 47: Pactos en la oscuridad
La habitación estaba sumida en un silencio extraño. La lluvia afuera había cesado, pero el ambiente seguía cargado de humedad, como si las paredes mismas contuvieran su aliento. Arthur y yo yacíamos uno al lado del otro, con su brazo aún envuelto alrededor de mi cintura. Sus dedos trazaban círculos perezosos en mi piel, pero algo en su gesto se sentía ausente, como si su mente estuviera en otro lugar.—¿En qué piensas? —pregunté en un susurro, girándome para mirarlo.Arthur soltó un leve suspiro, uno que parecía arrastrar consigo todo el peso de un día agotador.—Leónidas —respondió después de un momento, su voz era grave y tranquila, como si su nombre fuese un talismán que invocara sombras invisibles.Fruncí el ceño, sintiendo un escalofrío recorrer mi columna. Sabía que hablar de Leónidas siempre traía consigo problemas, pero esta vez había algo más. Que me ponía en alerta.—¿Qué tanto hablas con él? —inquirí, intentando sonar despreocupada, aunque mi voz traicionó la punzada de inc
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Capítulo 48: Huellas del pasado
Por la mañana el pequeño protegido que había estado cuidando últimamente, corría a mi alrededor mientras yo intentaba explicarle algo básico sobre nuestras habilidades. Era un niño curioso, lleno de preguntas y con una energía que parecía no agotarse jamás.—¿Y cómo sabes cuándo puedes cambiarte? —me preguntó, con su cabeza inclinada hacia un lado mientras jugaba con un palo que había recogido del suelo.—Es cuestión de práctica. Y también de control. No siempre es el momento adecuado para transformarse, pero tienes que aprender a sentirlo en tus huesos, como si fuera algo natural —le respondí con una sonrisa forzada. Mi mente seguía ocupada en todo lo que había ocurrido con Arthur.Mientras hablábamos, un olor extraño llegó a mi nariz. Era diferente, como un aroma lobuno, pero no reconocía la manada a la que pertenecía. Miré alrededor, tensa, y entonces los vi: hombres altos, musculosos, caminando cerca de la entrada del territorio. Uno de ellos, un hombre con cabello rojizo, captó m
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Capítulo 49: La furia del control
No podía respirar bien, sentía el pecho agitado, lleno de una rabia contenida que no sabía cómo manejar. Salí del prado donde había dejado a Leónidas y regresé a la casa con pasos apresurados. Mis manos temblaban, y en mi mente resonaban las palabras que me había dicho. «Te vigilaré, Emily. No porque desconfíe de ti, sino porque quiero asegurarme de que no cometas los mismos errores que yo.»Qué audaz de su parte, como si realmente le importara.Entré al salón principal con la intención de calmarme, pero lo primero que vi fue a Arthur hablando con Lucian en un rincón. Mi cuerpo se tensó de inmediato. Arthur parecía despreocupado, con su típica actitud altanera en pleno despliegue mientras discutía algo con Lucian, quien asentía con gravedad.Mis ojos se encontraron con los de Arthur. No necesitaba decir nada; el desprecio en mi mirada debió de ser más que evidente porque él alzó una ceja, ladeando la cabeza como si intentara descifrar qué me sucedía. Ignoré su gesto y seguí mi camino,
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Capítulo 50: ¿Viva?
★ EmilyLa noche había caído con rapidez, cubriendo el aquelarre con un velo de sombras y un aire cargado de tensión. Desde la ventana de la torre más alta, observaba a Arthur mientras entrenaba a los nuevos grupos. Su postura era arrogante, su voz retumbaba con órdenes que no admitían réplica. Siempre había sido así: autoritario, temerario, y desesperadamente molesto. Pero, a pesar de mi disgusto momentáneo por él, había algo en su forma de liderar que imponía respeto.Un movimiento al borde del prado llamó mi atención. Allí estaba él, Leónidas, de pie con la cabeza en alto, vigilando como si el aquelarre entero fuera su dominio. Mis dedos se cerraron en un puño involuntario. El simple hecho de verlo me revolvía el estómago.Como si pudiera sentir mi desprecio, Leónidas giró la cabeza y nuestros ojos se encontraron. Su mirada era intensa, era un recordatorio constante de lo mucho que odiaba compartir cualquier tipo de lazo con él. En lugar de apartar la vista, él sonrió y comenzó a c
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