Arthur me sostenía entre sus brazos, con sus labios contra los míos en un beso ardiente que me hacía olvidar el mundo a nuestro alrededor. La pasión entre nosotros era intensa, casi tangible, como si el resto del universo no importara cuando estábamos así. Me aferré a su cuello, atrayéndolo más cerca, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío.Pero justo cuando estaba perdiéndome por completo en su beso, escuché un sonido suave y burlón que rompió la magia del momento. Me aparté ligeramente de Arthur, solo para ver a Aria, la hermana de Arthur, con una camisa de elefante y unos tenis rosas, observándonos desde la distancia. Ella tenía esa sonrisa juguetona y astuta, y sus ojos brillaban como si supiera algo que nosotros no.—Bueno, bueno, ¿esto es lo que llamas entrenamiento, hermano? —dijo Aria, su tono era ligero pero con una pizca de autoridad.Como la diosa de la luna, su presencia siempre era imponente, pero también había en ella una dulzura que la hacía irresistible.Arthu
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