DEREK MAGNANITodo el aire salió de mis pulmones y por fin mi piel resintió el frío del ambiente. Me quedé con la mirada perdida mientras Cristine me veía insistente, esperando una respuesta. Posó su mano sobre mi brazo llamando mi atención, pero ni así me digné a voltear hacia ella. —Derek… —susurró y mi piel se erizó. —No me llames así —contesté tragando saliva. No sabía si estaba malhumorado o preocupado. Luca ya sabía la verdad, igual que Cristine. ¿Ahora qué?Era cuestión de tiempo para que intentaran algo más contundente que solo enfrentarme, pero… no tenían manera de comprobar que yo era el gemelo que todos daban por muerto. Incluso, si sabía cómo mover mis piezas, podría destruir a ambos, decir que estaban locos, quedarme con los niños y meterlos al mismo psiquiátrico donde se pudrirían junto con Eliot, como toda una familia, pero cuando volteé y vi a Cristine a los ojos, supe que no podía hacerle eso, por más que quisiera. —Por favor, Derek —insistió—. Te juro que no dejar
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