LUCA MAGNANI—Es propiedad privada, no tienes derecho a poner un solo pie dentro —dijo esa vieja bruja, la madre de Berenice, en la puerta de su hogar, flanqueada por dos hombres grandes y trajeados, era claro que eran parte de la seguridad. Me sorprendía lo parecidas que eran Berenice y su madre, por lo menos físicamente, pero a diferencia de la mujer que amaba, su madre tenía un aura maligna, era de esa clase de señoras que tenían un síndrome muy común. Yo no era psicólogo, pero conocía bien la dolencia que la aquejaba, pues muchas mujeres y hombres lo llegaban a padecer, mostrando etapas de ira, soberbia y arrogancia injustificada… se llama «el síndrome del mal cogido», ¡y esta señora gritaba que lo tenía! ¡Que su esposo no le sirviera en la cama no significaba que Berenice y yo tuviéramos que soportarlo! ¡¿Qué culpa teníamos nosotros?!Tenía tantas ganas de torcerle el cuello, pero respiré profundamente, me contuve, pensé en Berenice y en que sería algo muy malo para nuestra rela
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