—Rousse, por favor, cálmate —pidió tratando de sonar lo más pacífico posible—. Estás entrando en crisis, esto no es bueno para ti.—¡No me digas lo que es bueno para mí! —grité desesperada caminando en círculos por la cocina: necesitaba aire—. ¡Yo no quiero estar más contigo!, ¡no me vas a seguir viendo la cara de tonta!—¡¿Qué?! —el semblante de Alejandro se notaba muy preocupado—. Rousse, amor, en serio, yo no te estoy engañando con nadie, ¡con nadie! Y mucho menos con Susana, tú sabes lo mala que ella fue conmigo…—¡No lo niegues, estabas con ella, todo este tiempo te has estado viendo con ella! —grité mientras me abalanzaba a él para darle un empujón—. ¡No me quieras ver la cara, yo la vi entrando a tu oficina! —Estaba enco
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