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Todos los capítulos de La chica de las caras rotas: Capítulo 91 - Capítulo 100
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Paso tres: confesiones
—Hola a todos, —me presenté— mi nombre es Lily Rousse, soy estudiante de lengua castellana y espero poder aprender mucho de todos ustedes.Mi corazón ese primer día latía con mucha fuerza y veía al grupo de profesores observarme, escudriñarme y hacerse una idea por como me vestía. Entre todos esos, mis ojos se concentraron en un hombre que estaba de brazos cruzados, sobresalía entre todos los demás hombres por ser alto y acuerpado, además, su rostro se veía bastante serio y la barba perfectamente arreglada le hacía ver su mirada profunda y penetrante. Él era quien más me observaba con curiosidad y aquello me intimidaba. Por fortuna no me fue asignado para las inducciones y la profesora que me tocó era un amor de persona: más paciencia no podía tenerme.—Rousse, ya que te fue encargado que suplieras a la profesora Rosa de manera imprevista por su enfermedad —explicó la directora—, voy a dejarte en manos del mejor profesor que podrás tener en el Rousseau —la directora sonrió con satisf
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Paso tres: confesiones (parte 2)
—Bien… —acomodó un bolso negro que llevaba en su espalda— Oye… lo que pasó hoy, Alejandro es así, regaña a todo el mundo, se cree el Don Perfecto y todos lo saben —sonrió y sus ojos se achicaron—. Somos nuevos, cometemos errores, sólo… debes estar más atenta a los niños que son tremendos y no volverá a pasar. —Meditó un poco—. Eres una gran profesora, se nota que esto te gusta mucho, así que… estoy seguro que superarás a Alejandro en el futuro.Sentí mi corazón retumbar mientras lo veía marcharse y cerrar la puerta del salón al salir. Desde ese día, comencé a ver a Alex de lejos y… llevarme una gran decepción al saber que tenía novia y ella trabajaba en el Rousseau.Lo bueno pasó cuando me di cuenta que Alejandro dejó de verse tan malhumorado cuando estaba conmigo. Así pude ser capaz de hacerle las preguntas que más me importaban y poder mejorar en mi trabajo.—¿Es ella? —escuché en la mesa de al lado. —Sí, es su novia.—Bueno, aceptemos que bonita sí es, pero… tiene algo que no me a
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Paso tres: confesiones (parte 3)
—Debes organizarla por orden alfabético —me explicó Alejandro—, así quedará más organizada, y no lo hagas a mano, ve a las oficinas y pide que te presten un computador para que lo pases a Word, después lo imprimes y lo pones en la carpeta. ¿Entendido?—Sí, claro —cerré la carpeta blanca—. Muchas gracias.En aquel momento escuchamos que la puerta del salón se abrió de un portazo, algo bastante raro que nos hizo alzar la mirada de inmediato. Eran las cinco y media de la tarde, así que no había niños en el aula.Vimos a Susana de pie en el marco de la puerta con los brazos en su cintura. Por alguna razón que yo no sabía, el ambiente se puso tenso y vi a Alejandro tragar saliva mientras la observaba.—Te espero en la entrada —informó ella.—No… espera, Susana —Alejandro se levantó y comenzó a seguirla mientras ella se marchaba—, ¡Susana!Cuando me quedé sola, tomé la carpeta y me marché a las oficinas donde con sólo decir que necesitaba un computador, me dieron uno que estaba libre.—Hey,
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Paso tres: confesiones (parte 4)
—No —confesé con miedo.—¿Qué más sientes por mí? —alzó su mirada, volviendo a estar recto, se acercó un poco más a mí y comenzó a limpiar mis lágrimas con sus manos—. Por favor, necesito saberlo.—Y-yo… Siento que… Dios… —aparté mi rostro de él y volteé la mirada para no verlo—. Alejandro, no me pongas en esta situación, por favor.—Rousse, necesito saber qué sientes exactamente por mí, porque no puedo seguir así —con una mano en mi mentón hizo que volviera a verlo a los ojos—. Por favor, Rousse.—Alejandro, yo siento que estoy enamorada de ti —dije con tono rápido y una lágrima corrió por mi mejilla derecha—. Hace mucho tiempo que me siento así por ti.—¿Hace cuánto? —indagó—, ¿desde esa noche?—¡No, claro que no!, fue mucho antes, no sé cuándo exactamente.Arrugó el entrecejo.—¿Tú que sientes por mí? —indagué.—Rousse, yo a ti te amo, —confesó con bastante tranquilidad— te amo desde hace mucho. ¿Sabes? Cuando llegaste al C.D.I yo no podía quitar mis ojos de ti, aunque tenía novia…
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Paso tres: confesiones (parte 5)
—No, claro que no —dije con mucha seguridad.Aquello le agradó bastante a Alejandro y me dio un beso en la frente.—Entonces… Rousse, ¿cómo quedamos ahora?—¿Cómo quedamos…? —no quería volver a crear un malentendido con él.Sin embargo, su rostro comenzó a tornarse serio.—Rousse, yo no quiero seguir siendo tu amigo —aclaró—. No quiero seguir llevando ese título contigo, prefiero quedarme como hasta ahora si volveré a lo mismo.Ahí estaba otra vez la ansiedad susurrándome al oído: “Tonta, te está diciendo que deben ser novios, ¿y tú sabes cómo ser novia de alguien? —carcajeó la ansiedad— Pobre ilusa”.—Ya, no quieres —soltó Alejandro al reparar en mi expresión—. Tú sólo vas en plan de amiga.Alejandro se levantó con las manos en la cintura y me encaró.—Es que… ¿quieres que seamos novios? —inquirí nerviosa y dejando que mis manos se retorcieran una con la otra.—¡Sí, claro que sí! —Espetó—, después de todo lo que pasó es lo más obvio que quiera ser tu novio, ¿es que acaso hay algún pr
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Paso tres: confesiones (parte 6)
Alzó la mirada hasta mis ojos con una enorme sonrisa rebosante.—Me fascina cuando hablas en metáforas —dijo— y sacas ese lado literario. Me incliné para poder besarlo y mi corazón se sobresaltó al darse cuenta que el beso fue bastante apasionado, como si hubiéramos esperado mucho tiempo para que lograra darse.Es un recuerdo que tengo muy presente cuando me preguntan sobre cosas lindas que hayan pasado en mi vida: ahí aparece la imagen de Alejandro sentado a la orilla de la cama rodeando mi cintura con sus manos mientras nos fundimos en un apasionante beso.Es increíble que, gracias a que tuve la valentía para entrar en aquella habitación y hablar con sinceridad logró que la barrera entre Alejandro y yo se desplomara para darle paso al amor que guardábamos en lo profundo de nuestro ser. Ese día nublado nuestros labios se juntaron para nunca más volverse a separar, nuestros abrazos se volvieron infinitos y el tiempo que comenzamos a pasar juntos se transformaron en años, muchos años
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Paso tres: confesiones (parte 7)
—¿En serio te preguntó por él? —inquirí sintiendo que mis adentros se revolvían.—Sí, parece que quiere volver a buscarlo —Ana dejó salir un suspiro.En aquel momento Alex entró conversando con uno de los profesores nuevos, se despidieron y él se acercó a nosotros. Ana y Alex habían terminado hace dos meses y estaban intentando quedar en plan de amigos para no hacer incómodo el ambiente laboral.—Buenos días —saludó al grupo.—Buenos días —contestamos.—¿A quién van a buscar? —preguntó mientras se cruzaba de brazos (le encantaba entrometerse en las conversaciones).—Me encontré a la Susana —comentó Ana.—¿A la ex de Alejandro? —indagó con curiosidad—, no me digas —ladeó una sonrisa—, quiere volver con él.—Parece, porque eso me mostró una sonrisa de mansa paloma y no dejó de intentar sacarme información de él.—¿Esa fue la que casi te parte el tabique? —me preguntó Marcela.Dije que sí con un movimiento de cabeza, intentando no reiniciarme con toda la información que me estaban dando.
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Paso cuatro: noviazgo y… otras inseguridades más
No debí haberlo dicho de aquella forma. Rousse abrió su boca y su rostro se enrojeció en gran manera.—¡Lo sabía, lo sabía! —gritó encolerizada mientras se abalanzaba a mí para golpearme—. ¡Todo este tiempo me has estado viendo la cara de imbécil!, ¡eres un maldito!, ¡maldito!, ¡te odio!, ¡¿por qué me hiciste esto?! —soltó el llanto—. ¡ME ENGAÑASTE CON ELLA!, ¡MALDITO!, ¡¿POR QUÉ ME ENGAÑASTE CON ESA ZORRA?!—¡Rousse, espera, espera, por favor! —grité mientras intentaba detenerle las manos para que me dejara de golpear—. ¡Ah!, ¡espera!, ¡basta!, ¡ROUSSE, DETENTE!Tambaleé y caí al piso de espaldas, ella reaccionó y llevó las manos a su boca. Sentía el rostro caliente y en algunas partes ardiendo; mi corazón latía desbocado mientras lloraba; mas mi rostro estaba imperito observándola impresionado al no creer lo que había hecho. Rousse corrió rumbo al cuarto y yo seguí tirado en el piso tratando de calmarme: tenía rabia y a la misma vez decepción. No quería que mi relación con ella ter
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Paso cinco: pasado
Al principio, cuando me enteré que Susana estaba volviendo a perseguir a Alejandro, me dio un mal sabor de boca, nada más. Me decía “está bien, él no podría engañarme, me dijo que me ama, no era ese tipo de hombre que no se apegaba a su palabra”.  De hecho, esa noche volví con mi nuevo novio al apartamento bastante feliz y cocinamos juntos unas pastas salteadas que comimos mientras decidíamos qué hacer el otro fin de semana. Alejandro se veía bastante tranquilo, llenándome el rostro de besos cuando nos fuimos a la cama y me decía lo mucho que fantaseó con poder estar conmigo allí, los dos acurrucados mientras conversábamos.—Alejandro… —traté de meter la conversación— ¿aún piensas en Susana?—¿Qué? —dejó de acariciar mi cabello, yo recostaba mi
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Paso cinco: pasado (parte 2)
—Nos trajo hasta aquí para poder estar con su familia —explicó—. Ella se escapó muy joven de su casa con mi papá, quedó embarazada de mí a los quince y para ese tiempo ya tenía un año viviendo con ese hombre —entrecerró los ojos—. Al menos acepta que fue muy loca. Dejó que se la llevaran a una ciudad en el centro del país donde no conocía a nadie, además, ese hombre era quince años mayor que ella y ya tenía otra mujer; claro, mi mamá no lo sabía y se enteró cuando ya estaba viviendo a su lado.—Qué locura… —solté impactada—, pero… ¿qué pasó cuando llegó a la ciudad?—Los primeros dos días dormimos en la calle mientras mi mamá intentaba averiguar dónde vivía mi tía: la mamá de Ana. La casa donde a
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