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71.
A la mañana siguiente Alessandro se apropió del diseño de nuestra casa y dibujaba en papel las especificaciones de ciertas áreas, como la cocina, quería que tuviera un diseño industrial; para él era importante, pues su mayor pasatiempo es cocinar. También dibujó la decoración del cuarto de juegos (en caso no tuviéramos los tres hijos), resaltando que en una esquina hubiera un rincón de lectura, con un minilibrero.Parecíamos dos recién casados, aunque apenas tuviéramos dieciséis años. Nuestra casa tuvo tantos detalles que decidimos hacer una maqueta de ella. Así pasábamos las tardes recordando paredes de cartón, imprimiendo imágenes y también haciendo mini mueblecitos con palitos.Jairo le daba mucha curiosidad el diseño de la casa y a veces nos colaboraba, era bastante bueno haciendo figuras con porcelanicron,
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72.
—No, no tengo —mentí, pues Alessandro y yo decidimos mantener lo nuestro en secreto.—¿Y no has tenido novio, Pen? —preguntó Cielo.—No, nunca —contesté.—Eres una mentirosa —aseguró Camilo.Me asustó su reacción y por un momento creí que sabía sobre mi relación con Alessandro, recordé en ese momento que ellos habían sido compañeros de clases.—¿Qué te pasa?, deja de llamarla mentirosa —reprendió Cielo—, si dice que nunca ha tenido, es porque es así.—Pues ella está comprometida con Bacheli —insistió Camilo—, todos en este colegio saben que algún día se van a casar. Y sé que ellos por un tiempo fueron pareja.Cielo mostró un rostro de sorpresa, como si se estuviera acordando de algo importante.
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73.
Pero al enterarme que Alessandro terminaba teniendo problemas con los chicos por mi culpa, no me gustó la idea de hacer que se enterara que estaba siendo acosada, seguramente terminaría metiéndose en un problema grande. Así que no le dije nada.Una semana después, cuando se acercaban las vacaciones de mitad de año, pude darme cuenta de que las advertencias de mis amigos eran muy ciertas y justificadas. Cuando salía de mis clases de programación vi al otro lado de la calle a Mauricio, estaba recostado a su carro, esperando y… claramente sabía que era yo.Sentí demasiados nervios. Me acerqué a uno de mis compañeros y me escondí detrás de él.—¿Qué te pasa, Pen? —preguntó preocupado.—Hay alguien que me está esperando —respondí con nervios.—¿Te escondes de tu novio? &md
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74.
Aquella situación hizo que recordara grado décimo y los problemas que tuve, llevándome a aquella fuerte depresión.Alessandro esta vez no pareció entenderme y empezó a mostrarse distante conmigo. Creí que si esperaba a que el enojo se le pasara, las cosas iban a volver a la normalidad, pero no fue así.Para vacaciones de mitad de año mis amigas y yo decidimos hacer un viaje en crucero, la familia de Roberta era dueña del crucero y para esas fechas se haría un recorrido por el Mediterráneo, algo que sin duda alguna me había emocionado. Pasé más de una semana suplicándole a mi padre, el cual claramente no lo iba a permitir, pero cuando mi hermana se enteró del viaje le propuso a mi padre que le permitiera ir y ella nos supervisaría. Él lo dudó, pero al final convencimos a nuestra madre, la cual lo persuadió para que nos permit
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75.
Él se fue de la casa rápidamente, azotando la puerta al salir.—¡Imbécil! —grité cuando escuché el sonido brusco de la puerta de madera.Cuando corría hacia las escaleras que comunicaban al segundo piso vi a mis hermanos observándome desde arriba.—¿Por qué pelearon? —preguntó Alessandro.Subí a toda prisa.—Qué te importa —escupí y corrí a mi habitación.Esa tarde no lloré, sentía que si lo hacía le iba a dar gusto a Alessandro. Estaba tan enojada que lo bloqueé en todas mis redes sociales y eliminé su número. Estuve a punto de destruir la maqueta de nuestra casa, pero al tenerla entre mis manos alzadas por encima de mi cabeza, a punto de estrellarla con el piso, me arrepentí.Una vez se me pasó el enojo, o sea, a la mañana sig
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76.
Volví a enumerar las cosas que odiaba de Alessandro.Odiaba que fuera tan orgulloso. Odiaba que fuera tan alto, parecía una jirafa. Odiaba aquel acento británico que tenía cuando hablaba en inglés y que todos lo elogiaran, claramente lo hace porque quiere llamar la atención. Odiaba que estuviera tan obsesionado con el ejercicio y que se levantara a las cinco de la mañana para entrenar. Odiaba que recogiera gatos de la calle y me los diera, ¿por qué no los cuida él? Odiaba que comprara objetos sexuales y fuera tan dominante. Odiaba que se creyera tan maduro nada más por tener amigos universitarios cuando realmente es tan infantil… Lo odiaba con toda mi alma.Una tarde, cuando regresábamos de almorzar, lo vi acercarse por el pasillo y verlo con aquella sonrisa mientras conversaba con sus amigos me enojó tanto que al pasar por mi lado le metí el pie y cayó de br
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Los siguientes días pasaron bastante tranquilos, después de la gran pelea los dos grupos dejaron de molestarse, sobre todo porque estaban concentrados en la fiesta de la noche blanca, tomándose las medidas para las togas y también seleccionando las universidades a las que irían.Yo también intentaba emocionarme por estas cosas, las mujeres de mi salón estaban preparando un baile para la fiesta de la noche de blanco. Y con mis amigas pensábamos en ir a comprar los vestidos antes que los mejores fueran comprados.Pero me sentía tan triste. Me sentía desconectada del mundo.La universidad se acercaba y yo… había prometido estudiar con Alessandro. Había prometido casarme con él. Y lo había perdido.Siempre hacía las cosas tan mal… era pésima tomando decisiones.No sé en qué momento comencé a cortarme las piernas nuevamente. Simplemente lo hacía.Comenzaron los días en los que no quería levantarme de la cama. En el colegio no lograba concentrarme en las conversaciones con mis amigas. Se me
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78.
No lo recuerdo bien. Todo está borroso en mi mente. Cielo le gritaba a Alessandro y lo empujaba. Después apareció Mariana, ¿qué hacía en el colegio? Se agachó y me ayudó a levantarme.—¡Eres un monstruo! —le gritó a Alessandro.El pánico me consumía. Todo estaba tan mal.Intenté hablar, pero las palabras no salían de mi boca..Y entonces, estaba en mi cama, con las rodillas vendadas. Había perdido la voz.Tenía cincuenta llamadas perdidas de Alessandro y treinta mensajes suyos.No era capaz de levantarme de la cama, no tenía fuerzas. La psicóloga me había visitado, también el psiquiatra. Escuché que les pidieron a mis padres que me dejaran descansar.Hubo una discusión en casa, el señor Bacheli estuvo presente, hablaban del por qué Alessandro ser&iacu
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79.
Estuve a punto de no ir a la fiesta. Ojalá no me hubiera obligado. Ojalá me hubiera quedado en casa de mi hermana.Pero fueron esos malditos mensajes los que me alentaron a ir.“Penélope, perdón, no debí tratarte de esa forma…” Era Alessandro.“Al menos quedemos de amigos, ¿sí? Sé que los dos estamos hablando desde el enojo”. “Esto no te hace bien a ti. Sé que no estás bien y nada más quieres alejarme”. “Ante todo somos amigos, desde niños siempre hemos estado juntos”. “Por favor, contéstame, deja de ignorarme. ¿Qué debo hacer para que logres hablar conmigo?”“Sé que estás en casa de tu hermana, si no me contestas iré a su casa y te obligaré a hablar conmigo”. No
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80.
Una hermana, Alessandro me consideraba como una hermana. Sí, como no… ¡Los hermanos no tienen sexo entre ellos!Había tenido la esperanza de que al mejorar mi relación con Alessandro íbamos a ser novios en cualquier momento. Pero me había dejado en claro que yo ya no le interesaba.Pasé por una fase donde Alessandro con sus actitudes me ayudó a superar de a poco mis sentimientos hacia él. Era un coqueto de primera, no dejaba de ver a las chicas de la universidad. Y nunca lo aceptó, pero yo estaba segura de que tenía algo con esa tal Melina, había que ser muy tonto para creer que no pasaba nada: vivían solos, nada más tenían que cruzar el pasillo para visitarse. Era obvio que debían tener sexo desenfrenado todas las noches. Ay, la sola idea me revolvía todo…Me concentré en las clases de la universidad y mi refugio eran las cl
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