Las voces de los médicos apenas alcanzaban a Rebeca. El “beep” repetitivo, los utensilios puestos rápidamente en la mesilla de metal, y por último, la voz urgente del médico a cargo.—Pulso 90/64, la hemorragia interna sigue sin detenerse…¿los insumos?—Farmacia no tiene el drenaje Redón y el resto de los instrumentos de corte, doctor.—¡Entonces que el familiar se mueva rápido a conseguirlo!Aaah…¿Dónde estoy?Rebeca hablaba consigo misma, incapaz de decir algo por las pocas fuerzas que poco a poco le quedaban, y el tubo del respirador que un internista estaba manejando de modo manual. Leves destellos de luz pasaban por sus retinas, y para su sorpresa, no sentía incomodidad o dolor.¿Estoy en un hospital? ¿Por qué?Ya, ya lo recuerdo… Fue ese carro, el que no vi cuando cruzaba la calle.Recuerdo que mamá me estaba llamando desesperada, no sonaba molesta y enojada conmigo como momentos atrás cuando vio que se rompió el asa de la carrucha para llevar el agua.No era mi culpa… de haber
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