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Te amo aunque no sepas quién soy

Al otro día, Hyun-Seok habia llegado al Asclepius Hospital Barmbek como siempre hacía. Había aparcado su coche en la entrada para que su guardaespalda, aquel que había asignado para el cuidado de Elizabeth, lo llevase al estacionamiento para no perder tiempo. Estaba ataviado con un traje casual, de chaqueta negra de tela lisa y pantalón de vestir con zapatos de cuero negro, lustrosos y brillantes. El hombre de mirada oscura, tenía en manos un ramo de flores con rosas abiertas y perfumadas, con un girasol en el medio y envuelto en papel negro mate y rodeados por un listón plateado; y con un paso firme ingresó al hospital, donde mirabas furtivas y cuidadosas se dirigían hacia el empresario.

-¿Lo ves? Ese que va ahí, es el esposo de la mujer del cuarto número 38 en el área de Neurología.- Dijo una enfermera con una leve señal a su compañera recién ingresada de su turno -Viene todos los días, sin falta a ver a su esposa y dejarle flores. 

La mencionada vio al hombre avanzar hasta el ascensor, esperando con paciencia. Ella miro a su amiga y comentó en un tono casual y bajo -Creo que lo he visto antes...-dijo-Me suena, como de un modelo.- Pero ella no daba aún con el nombre.

-La revista Focus.- Le respondió con una sonrisa de lado -Apareció como nuevo empresario de una compañia de seguros medicos. Es el más cotizado en todo el país. ¡Y con solo 3 años de trabajo! Él mismo ingresó como pasante y ahora, miralo, es el accionista mayoritario y el jefe ejecutivo de la empresa.

Ambas mujeres miraron la espalda ancha del hombre. Luego la mano, donde sostenía el hermoso ramo que muchas veces han visto en las redes, aspirando tener una. El ascensor se abre y él entra con cuidado mientras presiona el botón del piso a dirigirse sin mirarlo siquiera. Su rostro sereno miraba al frente, pero sin ver a nadie en realidad, y solo cuando las puertas se cierran es que todos pueden continuar con su trabajo luego de sobrevivir a tal aura de magnetismo que irradiaba. Las enfermeras se morían de la envidia.

¿Quién no querría como esposo a Hyun-Seok?

Hyun-Seok llegó al piso neurologico, donde estaba Elizabeth. Su ramo pesaba en su mano, pero no le importaba, pues era lo mínimo que podía hacer por su amada. Elly amaba esos rimbombantes arreglos florales y tomarse fotos con ellas. De hecho, así fue como la conquistó: Una cena en un yate privado, y junto a una mesa adornada con los mejores platillos apareció en la proa cargando un ramo de 200 rosas rojas envueltas en papel negro y cinta dorada. Se apareció a espaldas, y se arrodilló como todo un caballero ofreciendoselas a una encantada y sorprendida rubia. Se hicieron novios de inmediato, y repitiendo ese mismo proceso de forma continua, junto a otros detalles de cara calidad, al final, se casaron. Por supuesto, no era un secreto que había un interes de parte de su amada en aceptar el matrimonio; pero, por otro lado, ella lo amaba. Tanto como él la amaba a ella. 

Su amor no conocía obstaculo y mucho menos, conocía rivales. 

Sonrió al recordar como al competencia empezaba a desaparecer, dejando a la gran hija de Patrick Rouch unicamente como el premio predestinado a Hyun-Seok. Patrick fue uno de ellos, claro, como todo buen padre consentidor de su unica hijita quería que tuviera al mejor hombre para ella. Costó, y aún hoy en día, su suegro sigue siendo reacio a tratarle como "hijo". Pero no le importaba la aprobación de su suegro, o el favoritismo de su estúpida suegra. Solo le importaba la de una sola persona, que ahora, lo esperaba en esa habitación.

Entró con su porte calmado y sereno y abrió la puerta. Elizabeth estaba despierta, acompañada de una enfermera que le tomaba su pulso. Ambos se miraron y notó como los ojos claros de su esposa brillaban en miedo. 

Ignoró el dolor en su pecho e ingresó con cautela en pasos delicados.

—Buen día, my precious girl. ¿Has dormido bien?

Elizabeth bajó la mirada, evitando el contacto directo. Seok no presionó. La enfermera avisó que sus signos estaban perfectos, y pronto el doctor llegaría para darles el informe oficial.

—Estoy segura que finalmente le darán el alta el día de hoy.

—¿Hoy?— dijo Elizabeth temblando —¿significa eso que...

—Significa que nos iremos a casa. —soltó su esposo en ese momento. Su sonrisa, radiante y alegre, provocó admiración en la enfermera, pero terror en la paciente—Hoy mismo. 

Rebeca se estaba muriendo de los nervios. Pensaba, que por la perdida de memoria que padecía "Elizabeth Rouch" tendrían que internarla por completo en un centro psiquiatrico. Si bien no era una opción del todo agradable, no quería pasar un momento a solas con ese hombre que afirmaba ser su esposo. Cuando Hyun-Seok entró a la habitación, el corazon de Rebeca empezó a sufrir de arritmia. La enfermera no encontró en ello preocupación, pues consideraba que la joven solo estaba aturdida por ver a ese joven guapo. ¿Quién no lo estaría? Con una sonrisa salió de la habitación, dejando a la pareja sola.

Rebeca mantuvo el silencio, mirando sus manos que aún no reconocía como suyas, y en eso, Hyun-Seok tomó la palabra. 

—No tienes que temerme. Sé que no me recuerdas, pero creeme cuando te digo que todo lo que te he dicho y diré es cierto. 

Silencio. Él continuo.

—Nos conocemos desde hace cinco años. Tenemos 3 años de casados actualmente. Trabajo en una aseguradora, y tú eres...

—Por favor, no hables de mí.

La voz de Rebeca sonaba pesada. Seok quedó callado, mirando a la rubia con un dolor en el pecho ligero, pero persistente. Se contuvo y asintió.—Lo siento, olvidé que no estás para esta clase platicas. Pero hablé con Ridick, y me dijo que es cuestión de tiempo para que recuerdes.

Se acercó a la camilla donde ella se encogía asustada. Extendió el ramo con una sonrisa, ofreciendoselo con todo su cariño.

—Son para ti. ¿Te gustan?

Miró el ramo por un momento: era un ramo mediano de flores rojas que formaban un ramillete estilo bouquet. El girasol en el medio desentonaba, pero las pequeñas ramitas de flores blancas que la rodeaban le daban un aspecto más unico y caro. De hecho. Era lo que siempre notaba en donde posaba sus ojos; lujoso, caro, excesivo. 

Tomó con cuidado el presente y mirandole con nerviosismo agradeció el detalle. Él sonrió con alegría por primera vez en meses.

—Sabía que la amarías. Tu amas las rosas.

—En realidad, me gustan los girasoles.

Hyun-Seok arrugó la frente ante esa confesión. Rebeca, por su parte, no notaba nada malo en sus palabras. Sus flores favoritas eran los girasoles.

—Cariño, tu odias los girasoles. 

Rebeca tembló ante sus palabras. Había un susurró bastante bizarro ante sus palabras. Fue entonces que empezó a trabajar sobre su situación:

Estaba en otro cuerpo, viviendo otra vida, y seguir afirmando que era Rebeca la harían ver como una loca. Y si bien, prefería que la tacharan como tal, poco a poco el entendimiento superó su mente testaruda: no le convenía seguir insistiendo en quién era. 

Relajandose como podía, sostuvo el ramillete y sacó la flor.

—Es cierto. Ahora que lo recuerdo, sí, no me gustan los girasoles

—¿En serio no recuerdas ni tu flor favorita?

—N-No, es que... vi el girasol y pensé que estaba bonita.— Dijo con rápidez, evitando su mirada calculadora— Muy bonita. Es diferente... ¿por qué tomaste este ramo si sabías que odiaba los girasoles?

Hyun-Seok lo pensó y luego, sonrió como si recordara algo chistoso.

—Es mi flor favorita. Suelo entregarte una para que me recuerdes y pienses en mí tan pronto la veas.

Era una explicación lógica. En eso, como una idea fugaz que aparecía en su mente, Rebeca se apresuró en continuar con la conversación.

—Entonces, tú y yo... somos marido y mujer.

—Lo somos — dijo con entusiasmo.

—¿Y vivimos juntos?

Se rie —Creo que ser marido y mujer significa exactamente eso ¿o no?

—Tal vez estabamos separados de cuerpo.

Rebeca se enfocó en el lenguaje corporal del contrario. Esperaba ver tensión en su semblante, en su cuerpo... por el contrario, solo notó soltura y naturalidad. Su sonrisa era divertida y creyó que lo que diría era totalmente cierto.

—Jamás hemos tenido un problema de ese estilo en nuestra vida, amor mio.

—Ya veo.

La puerta se abré y Ridick entró a la habitación con una sonrisa amistosa. Rebeca pensó que era la sonrisa más linda que había visto, y es que su doctor no estaba mal para la vista. Pero había notado la argolla en el dedo anular, así que prefirió no decir nada. Ridick saludó a Hyun-Seok con un apretón de manos y se acercó a su paciente con gentileza profesional.

—¿Cómo te has sentido hoy?

—Muy bien, gracias.

—¿Has sentido mareos, dolores de cabeza, ganas de vomitar?

—No. Estoy muy bien, me he sentido como nueva. Claro, si no fuera por estas agujas en mis brazos...

Ridick y Hyun-Seok se rien, pero Rebeca no siente que ha dicho algo gracioso. El doctor comenzó su chequeo; tanteo su cuello para saber si había dolor, comprobó cada uno de sus reflejos, le hizo uno rápido exámen de vista... Rebeca hizo todo lo que él le pedía y al terminar, escribió en su informé su veredicto.

—Estás completamente sana, Elizabeth. No hay daño alguno a pesar de haber tenido un accidente tan aparatoso. Tu cuerpo sanó, tus organos y huesos estan como nuevos. He incluso dudo que tengas que seguir con esas agujas en tus brazos. Ahora, sobre tu memoria.

Rebeca se mantuvo en silencio. Ridick sacó de un sobre unas radiografías en donde podía ver las fotografias de un cerebro. Su cerebro. Había manchas, luces blancas, y no entendía nada de lo que veía. Hyun-Seok se acercó para ver mejor las mismas, y Ridick los colocaba a contra luz para que pudieran verlas.

—Mira aquí. Esta fue tu primera radiografía. Como verás, había una hemorragia que atendimos con eficacia. Esas manchas oscuras era sangre. Ahora — muestra otra— está es tu radiografía de ayer. ¿Ves que no están esas manchas? Sin embargo, si miras aquí...— señala una fotografía de perfil, donde se veía un corte horizontal de su cerebro, allí señala en circulos una ligera mancha— eso de aquí que ves un poco inflamado se encuentra ubicado en tu hipocampo. El accidente causó una lesión traumatica y creemos que es severa.

—¿Significa que no sere normal?

—No, no. Tu mente está bien, pero tienes y tendras dificultades neuronales que te afectarán a futuro. Entre ellas, tu memoria. Creemos que padeces de Amnesía retrógrada. 

Hyun-Seok contuvo la respiración, pero Rebeca mantuvo el silencio. Su mirada era perdida y lejana, casi como si no hubiera escuchado al doctor. Sabía que este cuerpo sufrió un accidente de transito, y había visto muchas peliculas donde los pacientes terminaban perdiendo la memoria. Eso era perfecto.

—Entonces no recordaré nunca.

—Para saberlo tendrás que someterte a tratamiento y estudio. 

—Lo hará. Ahora más que nunca que cree ser otra persona.

Hyun-Seok habló con seguridad.

—En ese caso, debemos empezar a programar citas y...

Rebeca alzó ligeramente la voz. Ambos hombres la miraron con atención haciendo que el peso de sus miradas la hicieran temblar. Tragó en seco y respondió.

—Recordé mi verdadero nombre. Ese día, cuando dije que era Rebeca, era porque... estaba escuchando en el pasillo una canción con ese nombre mientras dormía. Entonces, pensé que mi nombre era Rebeca. Pero, ahora estoy convencida de lo equivocada que estaba.

Luego de meditarlo esa noche, había llegado a una conclusión justa. No podría hacer nada si seguía asegurando que era una persona que no conocían y tampoco que podía confirmar su existencia. En vez de dormir, Rebeca estuvo llorando y pensando, pensando y recordando esa vida que ya no tenía. Pensó en su madre, en sus peleas, pensó en su familia que a pesar de ser distante eran buenas personas. Pensó después en su pobre vida de fracasada, aquella en la que quería lograr algo cuando la realidad era que no tenía ningun contacto para impulsar su talento como deseaba. Toda la frustración, el enojo y la mayor cantidad de fracasos que acumuló se debía a su culpa y la falta de oportunidades. 

Rebeca pensó en esa casa pobre de dos pisos de pintura derruida, las plantas que la mantenían con buen porte aunque las odiaba, y el arbol de mango que siempre usaba para trabajar cuando hacía calor en el verano o el resto del día en un país centroamericano. Y en esa casa imaginó a su mamá, llorando por ella, rezando por su alma para su descanso eterno. 

Al morir, ella creería que vería su funeral. Imaginaba a sus pocos amigos presentes vestidos de negro, sus vecinos que solo estarían allí para apoyar a su madre. Y en el centro de todo, su ataúd con su madre y hermana recién llegando de Estados Unidos para unirse junto a su madre en el abrazo del desconsuelo. No pudo dejar de llorar pensando en ellas y pensando que, efectivamente, Rebeca Souza había partido de este mundo dejando una larga cadena de perdidas, fallas y mediocres logros. 

Y era momento de aceptarlo.

Contuvo el impulso de llorar, su rostro lizo y un poco reseco mostró una fuerte capacidad de determinación. Hyun-Seok la observó con preocupación y asombro y Ridick con cautela. Al final, Rebeca se limpió la lagrima solitaria que escapó como recuerdo de su lucha interna.

Elizabeth limpió la lagrima y luego vio a Ridick con seguridad indudable de que ahora su vida comenzaba de nuevo.

—Me llamo Elizabeth Rouch, y ya no tengo ninguna duda sobre ello.

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