AMANTES.Alana sentía el peso del silencio en la habitación cuando Ruchina escaneó su posición, tan segura y dueña del espacio como si fuera su territorio. La tensión era palpable.—Está muy bonita tu oficina…Alana apenas pudo ocultar su incomodidad. Esta no era una visita social, y lo sabía.—No puedo ofrecerte mucho, estoy trabajando, muy ocupada, y es mejor que no estés aquí sin Ángelo presente —respondió Alana con firmeza, tratando de mantener la compostura.Ruchina dejó escapar una pequeña risa, casi condescendiente, y sus ojos brillaron con algo más que simple amabilidad.—Ay, cosita… —su voz era suave, pero el veneno se podía sentir en cada palabra—. Te falta tanta experiencia. Escucha, Ángelo sabe que estoy aquí. No por mí, sino porque debe tenerte vigilada. ¿De verdad crees que confía en ti? Por supuesto que no. Eres una Duncan, Alana, y más importante aún, eres su ejecutora. ¿No te has dado cuenta?Alana respiró hondo, alzando la barbilla para mostrar autoridad.—Señora, si
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