EizaFinalmente, mi esposo había llegado al condado junto a su madre, gracias a Dios. Solo espero que no tenga ningún conflicto con ese par de arpías. Fui a ver a mi madre y la ayudé a levantarse para que tomara una ducha. Luego entré a ver a mis niños; mi pequeña ya estaba jugando en su andador, y mi hijo la ayudaba. Sandra, como siempre, estaba pendiente de ellos. Entré a la cocina y les pedí que sirvieran el desayuno, pero me di cuenta de que Carmela no estaba. —¿Dónde está Carmela? —le pregunté a la servidumbre. —Fue a hacer unas compras, salió hace un rato—respondió una de las chicas. —¿Salio hace un rato? —repetí, sorprendida—. Pensé que dejé claro que no quiero a nadie fuera de la residencia, mas al saber que ese tipo anda suelto.—No, señora, pensé que usted le había dado la orden, de ir al mandado. En ese momento, la puerta de la cocina se abrió, y Carmela entró. —Carmela, por favor, ¿por qué te saliste, tu sabes el peligro que hay afuera con kadir suelto? —Señora, di
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