Theobald agarró a Desislava por la mano y le dijo:—¡Por favor, mantengamos la calma, señoria! La General Maiquez solo ha hablado en un momento de impulso, no era su intención desafiar la autoridad del comandante.El Rey Benito respondió con frialdad:—Si no puedes aceptar las órdenes, abandona inmediatamente los Llanos Fronterizos del Sur. No tengo lugar para generales que no sepan como obedecer.Aunque Desislava se sintió llena de amargura, no se atrevió a replicar más. Lanzó una mirada de rabia a Isabella. Naturalmente, como una noble del Duque Defensor del Reino, todos la alababan y la consideraban. Isabella había nacido con privilegios, mientras que ella, la hija de un humilde oficial, había tenido que luchar por todo lo que tenía. Ella estaba segura de que todo lo que había conseguido era fruto de su esfuerzo, no como Isabella, a quien le entregaban los méritos en bandeja de plata.Con desagrado y resentimiento, Desislava se despidió junto a Theobald. Antes de irse, dejó caer con
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