El general Herrera no estaba de acuerdo y dijo:—Esto ya se ha decidido, no necesitamos desafíos. Aquí no estamos en un campo de duelos, estamos en el campo de batalla, y esto no favorece en nada la unidad de nuestras tropas.Desislava, al escuchar esto, pensó que el general Herrera intentaba detenerla porque temía que Isabella perdiera. De inmediato, su confianza aumentó.—Que lidere quien tenga pues la habilidad. ¿Qué tiene de malo un desafío? ¿El general Herrera tiene miedo acaso de que ella pierda? Si teme que pierda y se avergüence, entonces no hace falta que luchemos; simplemente, denme el mando de los Halcones de Hierro.El general Herrera renegó:—¡Qué bien lo describes! ¿Acaso piensas que, por haber traído refuerzos al campo de batalla, todos esos soldados son tuyos? Estaba intentando hacer que cambiases de opinión solo para proteger tu dignidad, pero ya que no lo entiendes, haz como más quieras.Desislava replicó con firmeza:—¡No hay necesidad de más palabras! Los Halcones d
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