Samira quedó atónita ante la pregunta, necesitando varios minutos para procesarla. ¿Por qué Evangeline, su enemiga jurada, le ofrecería tal cosa?—¿Samira, no me oíste? —repitió Evangeline—. Contéstame, ¿quieres salir de aquí o no?Aun así, Samira tomó unos segundos más antes de responder, tratando de comprender las intenciones de Evangeline.—Sí. A decir verdad, quiero irme de aquí —respondió finalmente, con total sinceridad.—Bien, yo puedo ayudarte. Puedo sacarte de esta celda y facilitar tu escape.Samira la miró con asombro, intentando entender sus motivos.—¿Por qué harías eso? —preguntó, incrédula.—¿Por qué crees? —respondió Evangeline con desdén—. Porque estoy harta de ti. Aunque disfruto verte en esta celda, sigues siendo un estorbo en mi vida y en la del Alfa, y eso me desagrada. Prefiero verte lejos de aquí, aunque eso signifique liberarte.Samira se sintió atrapada en una confusión de emociones. La desconfianza hacia Evangeline se mezclaba con la desesperación de su situa
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