Samira miró al bebé primero, buscando algo en él, tal vez un consuelo, tal vez una respuesta. Luego, lentamente, dirigió su mirada hacia Alister, como si necesitara asimilar la presencia de ambos antes de tomar una decisión. Por un momento, sus ojos se entrecerraron, tornándose pensativos. Su mente recorría rápidamente las opciones, las posibles consecuencias, todo lo que ya había sucedido y todo lo que aún podría venir. —Todos los problemas que hemos tenido no fueron realmente nuestros. Nosotros siempre nos hemos llevado bien, pero hubo malos entendidos. Alguien quiso destruir lo que teníamos.Alister apretó la mandíbula, reconociendo la verdad en sus palabras, pero no interrumpió.—Me dolió pensar que no confiabas lo suficiente en mí, que nuestro amor, algo que creía tan sólido, tan inquebrantable, era tan frágil como para romperse con la más mínima situación —añadió—. Y la verdad es que ambos hemos sufrido mucho, cada uno a su manera, con un dolor que nos ha marcado. Tú me hiciste
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