Todos los capítulos de SEDUCIDA POR EL CHICO MALO DEL CAMPUS: UN HOMBRE LOBO: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo 31: Tenía que hablar con ella
Siendo sincera, pensé que esto iba a ser mucho más complicado. Aún no lo sabía con certeza, pero teniendo en cuenta el portón gigante frente a mí y la absoluta soledad a mi alrededor, excepto por el lejano canto de los pájaros, creí que el destino me tenía preparada alguna otra sorpresa. Por un segundo, me pregunté si podría escalar. No tenía ni idea de cómo hacerlo, pero podría intentarlo, ¿no? Sin embargo, al observar mejor toda la fachada, mis ojos se posaron en un botón mediano en una esquina. Era sencillo: o ese botón abría la puerta o activaba una alarma de emergencia. No había más opciones. Tenía que decidirme.Me acerqué al botón con cautela, y después de unos segundos de duda, lo presioné, esperando que el ambiente tranquilo explotara en un caos. Contuve la respiración, creyendo que sucedería lo peor... pero no pasó nada. Al menos, no en cuanto al ruido. En su lugar, la puerta empezó a abrirse lentamente. Sentí un alivio tan grande que di un pequeño salto de alegría. Sin perd
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Capítulo 32: Quédatelo
Cuando me sentí completamente limpia, me sequé el cabello y me envolví en la toalla antes de regresar a mi habitación. Al entrar, esperaba encontrarme a Carla, pero no había ni rastro de ella. Todo seguía en silencio. Con un suspiro, decidí elegir un conjunto de ropa interior de algodón, algo cómodo, mientras esparcía crema por mi cuerpo, disfrutando por un momento de la calma.Sin embargo, mis planes se vieron interrumpidos por dos golpes en la puerta. Me sobresalté, y rápidamente empecé a buscar la toalla. La había dejado a un lado hace apenas un minuto, ¿cómo era posible que ya no la encontrara? Levanté todos los objetos que tenía cerca, revisando el borde de la cama y las sillas, pero nada. ¿Dónde demonios la había metido?Los golpes en la puerta se hicieron más insistentes, cada vez más apremiantes.—¡Voy! —dije con apuro, mientras seguía buscando desesperadamente.O era Carla, ansiosa por entrar, o la supervisora de la residencia. Y sinceramente, no sabía qué opción era peor. A
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Capítulo 33: ¿Se están divirtiendo?
Me metí en mi habitación tan rápido como mis pies me lo permitieron, cerrando la puerta con fuerza detrás de mí. Lo odiaba, lo odiaba muchísimo. Cada vez que Lucas estaba cerca, mi cuerpo reaccionaba de una forma que no lograba entender, y esa sensación de pérdida de control me desesperaba. ¿Por qué me pasaba esto con él? Era guapo, por supuesto que lo era, pero hay gente guapa en todo el mundo. ¿Por qué demonios sentía algo tan intenso y confuso cada vez que me miraba o me hablaba con esa maldita sonrisa arrogante?Me dejé caer en el borde de la cama, intentando controlar mi respiración, y bajé la mirada hasta mi celular, que seguía en mi mano. Aún tenía algo de batería, así que puse la clave y lo desbloqueé. La pantalla se iluminó con una avalancha de notificaciones: más de 45 llamadas perdidas de Carla y varios mensajes de Sara. Sus nombres me hicieron recordar lo que realmente importaba ahora: tenía que encontrar a la pelirroja, disculparme y arreglar todo antes de que las cosas s
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Capítulo 34: Me parece que este juego ya no es tan divertido
Mi sonrisa se mantuvo en su lugar, pero internamente estaba hirviendo. Valeria retiró su mano de mi cabeza lentamente, como si disfrutara prolongando el contacto solo para mostrar su supuesto control. Pero yo no iba a darle el placer de verme perder la compostura. Sabía que lo que más le dolía a alguien como ella era no obtener la reacción que buscaba.—Claro que sí, Val —respondí con una dulzura falsa—, solo quiero ser una buena amiga.Valeria me miró con una mezcla de incredulidad y diversión, mientras Carolina seguía observándome con esa expresión de furia contenida.—Entonces, ¿por qué no juegas con nosotras? —sugirió ella, con esa voz melosa que me provocaba náuseas—. Estábamos justo por empezar una nueva ronda.—¿Una nueva ronda? —pregunté, arqueando una ceja y mirando a Sara, quien evitaba mi mirada, claramente avergonzada.Era obvio que lo que estaban haciendo no era un simple juego. Era una humillación.—Sí, Sara estaba perdiendo —intervino la rubia, sonriendo maliciosamente—.
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Capítulo 35: La piedra
Mientras caminábamos hacia la cafetería para tomar el desayuno, una idea cruzó por mi mente. Quizás debería investigar un poco más sobre esa gente tan extraña. La curiosidad me estaba carcomiendo, y quería confirmar si había algo más detrás de la hostilidad de Valeria y sus amigas.—Sara, ¿has notado algo raro en esas chicas? —le pregunté, tratando de que sonara casual—. Aparte de su personalidad, claro está.Ella frunció el ceño, evidentemente confundida, pero continué antes de que pudiera responder.—¿Como una especie de... luz en sus ojos? ¿O algo raro en su mirada? —dije, sintiéndome un poco tonta por la pregunta.—Creo que no te estoy comprendiendo del todo, Elena —respondió, mirándome con una mezcla de curiosidad y desconcierto.Abrí la boca para intentar explicarle, pero la volví a cerrar de inmediato. ¿Qué estaba diciendo? La idea de un "destello" en los ojos de esas personas sonaba ridícula. Eso no sucedía en la vida real… ¿verdad? Pero, aun así, estaba convencida de que habí
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Capítulo 36: Ya estoy en el fondo del pozo; da igual
—¿Qué quieres decir con que todo se volvió negro? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿Te desmayaste?Me encogí de hombros, incapaz de encontrar las palabras correctas. La verdad era confusa y desconcertante. No sabía si había sido un desmayo o algo más. La noche se había vuelto borrosa en mi memoria, una mezcla de risas, música y sombras danzantes.—No estoy segura. Solo recuerdo que estaba hablando con él y luego… nada. Me desperté en su residencia, con él a mi lado.—Eso es… inquietante —dijo Sara, con un tono que reflejaba una mezcla de preocupación y curiosidad—. ¿No te parece extraño?—Por supuesto que sí —respondí, sintiéndome un poco más desalentada—. Pero, ¿qué se supone que haga con eso? No sé qué pasó entre nosotros, y ahora… todo parece más complicado.Sara me miró con empatía, como si intentara comprender lo que realmente significaba todo esto para mí. En su expresión había una chispa de determinación.—Debes hablar con Lucas. Tienes que saber qué sucedió —me sugirió, con voz
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Capítulo 37: Nunca quise lastimarte
Tras pasar un día entero con mi ahora mejor amiga, regresé a la residencia bajo la luz tenue de la noche, deseando fervientemente que Carla estuviera en la habitación para poder conversar.Al abrir la puerta, me encontré con una oscuridad absoluta. Con un movimiento rápido, encendí la linterna de mi celular y la dirigí hacia la lámpara de la mesita de noche. Al instante, la luz reveló la figura de una pelirroja en pijama, profundamente dormida. Su rostro sereno, bañado en el suave resplandor, evocaba una tranquilidad que contrastaba con la inquietud que aún me acompañaba.Lo positivo era que sabía exactamente dónde se encontraba, lo que me daba cierta calma. Lo complicado era que Carla estaba desconectada momentáneamente, y despertarla sin más probablemente significaría arriesgarme a un puñetazo.Así que, en este instante, lo único que podía hacer era lo mismo que ella: descansar y esperar que mañana fuera un día mejor.Con un suspiro, me dejé caer en la cama, sintiendo el suave acolc
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Capítulo 38: Lucas está aquí, y…está muy enojado
—Lo siento, de verdad —dije, con las palabras brotando de mi corazón—. No quise preocuparte. A veces, las cosas se me escapan de las manos y no sé cómo manejarlo.Observé cómo sus ojos, antes llenos de frustración, ahora buscaban comprenderme. Era un pequeño paso, pero en ese momento significaba mucho.—¿Me estás diciendo que ni siquiera sabes qué sucedió? —preguntó Carla, arqueando una ceja y sosteniendo su mirada sobre mí con incredulidad. Su tono era agudo, una mezcla justa de desconcierto y desafío, y su expresión me hizo vacilar.Abrí la boca, buscando las palabras para explicarme, cuando el sonido de una llamada nos interrumpió. Miré la pantalla. Era Sara. Raro. De hecho, hasta me sorprendió; pues siempre había preferido los mensajes de texto. Le hice una mueca a Carla, indicándole que debía atender, y ella asintió, así que contesté.Deslicé el dedo por la pantalla y, antes de que pudiera decir nada, Sara soltó en un tono que casi sonaba a grito ahogado:—La foto se ha publicado
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Capítulo 39: Tú, tu teléfono y esa patética foto
El escándalo a nuestro alrededor se intensificó, murmullos llenos de especulación estallaban entre los demás, pero en ese momento, todo se redujo a la mirada de Lucas, que me atravesaba como un rayo. ¿Qué había provocado su furia? La pregunta retumbaba en mi mente mientras intentaba desentrañar el caos que se estaba desatando en mi interior.Se acercó a mí a grandes zancadas, cerniéndose sobre mi diminuta figura con toda la presencia intimidante de un depredador.—¿Crees que puedes hacer lo que te dé la gana y no habrá consecuencias? —gruñó Lucas, con un tono que destilaba fastidio. Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, desafiándome a responder.Solté un bufido burlón, sin poder contener el sarcasmo. Su expresión se ensombreció aún más ante mi insolencia y su enojo alcanzó nuevas cotas.—¿Te estás poniendo así por una simple foto? —dije con desdén, incapaz de resistir la provocación—. Solo puedo imaginar lo que harías si...Pero antes de que pudiera terminar de hablar, me inte
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Capítulo 40: ¿Qué carajos eres?
A cada paso que daba, el mundo se reducía a la persecución, la amenaza que representaba eclipsaba todo pensamiento racional. En ese momento de frenesí, no actuaba con deliberación, sino con emociones crudas: ira, miedo y un impulso incontrolable de defender a Sara y a mí misma de su malevolencia.Cuando finalmente lo alcancé en el pasillo, con el corazón latiendo como un tambor de guerra, arrojé el arma improvisada con todas mis fuerzas. El portalápices de metal voló de un lado a otro, dando vueltas violentamente por el aire.El tiempo pareció ralentizarse mientras observaba el objeto como un proyectil mortal dirigido hacia el desprevenido Lucas con una precisión infalible.Dejé de respirar cuando el portalápices se estrelló contra la parte superior de su espalda. La fuerza del impacto lo detuvo en seco, con el cuerpo rígido e inmóvil.En esa fracción de segundo, me di cuenta de que había logrado mi objetivo: la manifestación física de mi negativa a dar marcha atrás.No pretendía muti
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