Cuando me sentí completamente limpia, me sequé el cabello y me envolví en la toalla antes de regresar a mi habitación. Al entrar, esperaba encontrarme a Carla, pero no había ni rastro de ella. Todo seguía en silencio. Con un suspiro, decidí elegir un conjunto de ropa interior de algodón, algo cómodo, mientras esparcía crema por mi cuerpo, disfrutando por un momento de la calma.Sin embargo, mis planes se vieron interrumpidos por dos golpes en la puerta. Me sobresalté, y rápidamente empecé a buscar la toalla. La había dejado a un lado hace apenas un minuto, ¿cómo era posible que ya no la encontrara? Levanté todos los objetos que tenía cerca, revisando el borde de la cama y las sillas, pero nada. ¿Dónde demonios la había metido?Los golpes en la puerta se hicieron más insistentes, cada vez más apremiantes.—¡Voy! —dije con apuro, mientras seguía buscando desesperadamente.O era Carla, ansiosa por entrar, o la supervisora de la residencia. Y sinceramente, no sabía qué opción era peor. A
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