Capítulo 40: ¿Qué carajos eres?

A cada paso que daba, el mundo se reducía a la persecución, la amenaza que representaba eclipsaba todo pensamiento racional. En ese momento de frenesí, no actuaba con deliberación, sino con emociones crudas: ira, miedo y un impulso incontrolable de defender a Sara y a mí misma de su malevolencia.

Cuando finalmente lo alcancé en el pasillo, con el corazón latiendo como un tambor de guerra, arrojé el arma improvisada con todas mis fuerzas. El portalápices de metal voló de un lado a otro, dando vueltas violentamente por el aire.

El tiempo pareció ralentizarse mientras observaba el objeto como un proyectil mortal dirigido hacia el desprevenido Lucas con una precisión infalible.

Dejé de respirar cuando el portalápices se estrelló contra la parte superior de su espalda. La fuerza del impacto lo detuvo en seco, con el cuerpo rígido e inmóvil.

En esa fracción de segundo, me di cuenta de que había logrado mi objetivo: la manifestación física de mi negativa a dar marcha atrás.

No pretendía muti
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