A las seis en punto de la tarde, Marina llegó al hotel.Era la primera vez en cinco años que se encontraba con Diego.Él, ahora con las sienes canosas, lucía más maduro y serio a sus treinta años. Sus rasgos, antes más relajados y atractivos, ahora se veían más marcados y firmes.Su mirada, como siempre, seguía transmitiendo una profunda ternura hacia Marina.Al verlo, Marina sintió que él había pasado por difíciles pruebas con el tiempo.Pensó en Nicolás, ese loco, y en su hija, que seguía bajo su control.Marina se recompuso, sonrió y lo saludó con la calidez de siempre, como si fuera un viejo amigo:—Gracias, Diego, por venir a esta fiesta. Pasa, por favor.Detrás de Diego, los demás invitados comenzaban a llegar, poco a poco.Él no quería incomodarla, por lo que, con un leve saludo de cabeza, entró al salón.Daniel, que acompañaba a Diego esa noche, le sonrió a Marina antes de seguirlo al interior del salón.Diana bajó del auto y caminó directo hacia ellos. Miró primero a Marina y
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